Se sabe que entre el siglo XVI
y el XIX, los estallidos epidémicos en las poblaciones indígenas fueron catorce
y se calculan en más de dos millones y medio de indígenas el número de víctimas
mortales que se cobró la viruela en lo que fuera el Virreinato del Río de la Plata.
La viruela mató más pueblos originarios
que todas las guerras llevadas contra él.
De allí que cobre importancia
meritoria quien o quienes hayan intentado hacer algo por impedir la propagación
del flagelo mortífero en estas comunidades.
Fue el presbítero Saturnino
Segurola quien se dedicó con patriótico desvelo a la conservación y propagación
del antídoto en Buenos Aires, a partir de 1805.
Pero es en la época de Rosas
que por iniciativa del entonces comandante de milicias y luego gobernador de la
provincia de Buenos Aires se introdujo en algunas comunidades indígenas.
Los lugares que fueron
utilizados como las metodologías que empleó Rosas para inducirlos a la
inoculación del antídoto, entre otros, son temas de esta pequeña monografía
–desconocidos o silenciados en la historiografía argentina y en las ciencias
médicas del país-
EN LOS MEDIOS URBANOS Y SEMIRURALES
Si las epidemias de viruela
hacían estragos entre los blancos que de algunas maneras
poseían defensas orgánicas ya sean heredadas biológicamente (los descendientes
de europeos eran portadores naturales de esas defensas porque sus ascendientes
sufrieron en carne propia ese flagelo y otros durante los siglos XIV y XV en
Europa) o por mejor alimentación, en el medio aborigen estas epidemias eran
arrasadoramente mortales ya que no hubo ningún tipo de inmunización anterior y
la dieta era de subsistencia (entre los blancos la mortandad llegaba a un 20
% y entre los indios un 80 %).
La vacuna antivariólica
descubierta por el Dr. Eduardo Jenner en Inglaterra llegó al país en 1805, poco
meses después de su descubrimiento, e inmediatamente comenzó a aplicarse.
Fue el sacerdote Saturnino
Segurola quien con patriótico y humanitario esfuerzo conservó el específico,
aprendió a inocularlo y se dedicó a su propagación con abnegado altruismo.
Esto no significa desconocer
los méritos de los doctores Miguel O´Gorman y Cosme Argerich que se preocuparon
también por la difusión de este específico.
Incluso el virrey Sobremonte
creó el primer conservatorio de la vacuna humana poniendo el mismo a cargo del
destacado presbítero (GRAU, Carlos A., Datos nuevos
sobre la vieja viruela en La Nación, 9 de enero de 1944).
Hacia 1829 cuando Rosas llegó
al poder, existían tres centros de vacunación en Buenos Aires, la Casa Central, la Casa Auxiliar del
Norte y la Casa Auxiliar
del Sur, dirigidas por el licenciado médico Justo García Valdés que desempeño
con celo sus funciones hasta su fallecimiento en el año 1844, siendo
reemplazado por el Dr. Saturnino Pineda (VISICONTE, Mario, La cultura en la época de
Rosas. Aspectos de la medicina, Sellarés,
Buenos Aires, 1978).
Durante su gobierno se
incrementó el suministro de la vacuna, llegando el servicio a los pueblos de la
campaña bonaerense en la que los médicos de la policía también se ocuparon de
aplicarla.
El 13 de mayo de 1830 el
gobierno otorgó un sobresueldo al médico de la Policía de Campaña de la
sección de Luján Dr. Francisco Javier Muñiz y una asignación para cada uno de
sus ayudantes (Archivo General de la
Nación, en adelante AGN, S.X.44.6.18).
Este médico diez años después
en su distrito de Luján, descubriría en los pezones de una vaca el cow-pox
antivariólico, marcando un hito en la ciencia médica y ganando para ello desde
entonces un prestigio y un reconocimiento a nivel mundial que sólo una
obstinación historiográfica partidista intentó facciosamente de silenciar por
tratarse de un descubrimiento científico efectuado en la época de Rosas.
El Dr. Muñiz debe ser también
considerado un sabio en materia paleontológica como fue considerado en su
época, habiendo hecho investigaciones trascendentes en fósiles exhumados de las
márgenes del río Luján y en sus inmediaciones, consistente en osamentas de
megaterios, gliptodontes y mastodontes que cuidadosamente clasificados y
descriptos depositó en once cajones que los mandó en calidad de obsequio al
propio Juan Manuel de Rosas el 21 de junio de 1841 (VENTURINI, Aurora, Once cajones de huesos para el Restaurador en Revista del Instituto de
Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas nº 38 enero/marzo de 1995).
La asistencia sanitaria de la
vacuna antivariólica llegó también al pueblo de San Nicolás de los Arroyos,
designándose para complementarla al Dr. Pedro Serrano hacia 1830 (AGN
S.X.44.6.18). En Chascomús el administrador de la vacuna fue el Dr. Pablo
Villanueva y en el Fuerte Federación (hoy ciudad de Junín) el Dr. Cuenca que
con fecha 3 de mayo de 1837 le informó al gobernador Rosas lo siguiente: ...el
médico del Fuerte Federación tiene el mayor gozo al anunciar a V. E. que tanto
la tropa como el vecindario de este Fuerte ha cesado la enfermedad epidémica
que reinaba (la viruela) y que son muy pocas veces molestados por algunas
enfermedades esporádicas muy benignas..." (La Gaceta Mercantil, 7 de marzo de 1837).
El licenciado médico García
Valdéz administrador general de la vacuna en un informe del año 1836 invitaba a
los pueblos de campaña a vacunarse expresando: ...se hace indispensable el citar el
celo de los jueces de paz y los curas párrocos a fin de exhortar al vecindario
para que se apreste a recibir el gran beneficio de la vacuna que con tanto
empeño promueve nuestro Ilustre Restaurador de las Leyes el Sor. Gobernador...
(La Gaceta Mercantil, 6 de marzo de 1837).
Otros médicos en distintos
fuertes y cantones cumplieron esta casi heroica tarea sanitaria como los
destacamos desde 1832 en las poblaciones rurales de Quilmes, San José de
Flores, Morón, Las Conchas, San Fernando y San Isidro (AGN S.X.6.2.2.).
También hubo envíos a las
provincias y nos remitimos al informe del licenciado médico García Valdéz del
año 1838 (AGN S.X.17.2.1.).
EL SUMINISTRO ENTRE LOS INDIGENAS Y RECONOCIMIENTO DE LA SOCIEDAD JENNERIANA
No sabemos con precisión a
partir de que fecha se inició la inoculación de la vacuna entre los distintos
grupos indígenas.
Si sabemos por el diario El Lucero del 4 de enero de 1832 que
Rosas recibió una distinción de la Sociedad Real Jenneriana de Londres, institución
oficial que tuvo entre sus objetivos, la divulgación y propagación de la vacuna
antivariólica, el cultivar la memoria del sabio médico Eduardo Jenner que
detectó por primera vez el antídoto, como así también al distinguir quienes la
promovían.
Como lo consignamos en un
capítulo anterior dicha institución científica puso en conocimiento del
gobierno de la
Confederación Argentina que su gobernador don Juan Manuel de
Rosas había sido designado miembro honorario de esa sociedad: ...en
obsequio de los grandes servicios que ha rendido a la causa de la humanidad,
introduciendo en el mejor éxito de la vacuna entre los indígenas del país....
Si la información de esta
distinción llegó al Río de la
Plata en enero de 1832 es dable suponer que hacia 1831 o
antes de la introducción de la vacuna en los medios indígenas ya era una
práctica generalizada y un hecho conocido.
Saldías refiriéndose en una
época inmediatamente después del parlamento que Rosas tuvo por el Tandil (circa
de 1825 o comienzos de 1826) afirma: ...en esas circunstancias se había
desarrollado la viruela en algunas tribus.
Como resistieran la vacuna,
Rosas citó ex profeso a los caciques con sus tribus y se hizo vacunar él mismo.
Bastó esto para que los indios en tropel estirasen el brazo, por manera en que
en menos de un mes recibieron casi todos el virus" (SALDIAS, Adolfo, Historia de la Confederación Argentina, vol. I, Edit. Juan Carlos Granda, Buenos Aires,
1967).
Es conocida también la
información que suministra el embajador inglés en Buenos Aires Sir Woodbine
Parish y que vuelca en el libro citado cuando relata que en uno de los tantos
parlamentos efectuados por Rosas en la Chacarita de los Colegiales hacia 1831 suministró
la vacuna a muchos indígenas que integraban la comitiva de caciques pampas y
vorogas.
Manuel Gálvez en su obra
conocida sienta un número estimativo de 150 vacunados.
La Chacarita de los
Colegiales para mayor información,
fue llamada así por que fue la chacra del Colegio de San Carlos, lugar
frecuentado en vacaciones por los alumnos de dicho establecimientos en sus
proximidades a sus instalaciones donde eran recibidas las comitivas indígenas
que venían a Buenos Aires a parlamentar y vender sus productos alojándose en
ese lugar a veces durante mucho tiempo.
Algunos indios terminaron por
aquerenciarse, y también dicho lugar fue utilizado para detenerlos
transitoriamente por razones de seguridad, no solamente en condiciones de
rehenes con frecuencia para evitar confrontaciones o peleas que se suscitaban
entre los mismos indios de distintas etnias rivales cuando venían a
comercializar sus productos.
Nunca fue lugar de calabozos
de indios como algún historiador afirmara equivocadamente.
En su segundo gobierno y en
circunstancias de otro parlamento también en la Chacarita de los
Colegiales, Rosas invitó al vacunamiento de la comitiva indígena aceptando la
mayoría hacerlo.
Mario Visiconte, gran
estudioso del tema contabiliza 49 vacunados en esa oportunidad (Segundo Congreso Nacional de Historia de la Medicina Argentina,
Córdoba, del 21 al 24 de octubre de
1970, Separata de la Semana
Médica 77º Aniversario y La Gaceta Mercantil del 6 de marzo de 1837).
Este capítulo de la vida de Don Juan Manuel de Rosas que lo enaltece también ha sido virtualmente ignorado
y si se lo conoce ha sido silenciado por la direccionalidad partidista de la
historiografía oficial.
De la preocupación de Rosas
sobre el tema nos tiene al tanto una significativa y cuantitativa documentación
ilustrativa.
En una nota del Dr. Saturnino
Pineda del 17 de octubre de 1836 dirigida a Rosas le expresa: ...el
día 3 de septiembre a las tres y media recibí de orden verbal de V.E. de
asistencia médica (a una comitiva indígena afectados por la viruela) que me fue
transmitida por el Sr. edecán coronel don Manuel Corvalán y no obstante de
hallarme enfermo con el mayor contento y sin pérdida de tiempo procedí a su
cumplimiento....
Cuenta en larga explicación, ...el
violento foco de contagio que significa la aglomeración de más de setenta
individuos en un mismo lugar algunos con la misma viruela y declarada por lo
que el día 9 del mes de que se hace referencia fueron vacunados de brazo a
brazo 52 indios entre adultos y niños de ambos sexos para cuyo efecto se
condujeron desde la
Chacarita a la casa donde se hallaban alojados cuatro niños
con vacuna de la más excelente.
El 16 fueron reconocidos y en todos los
se encontraron granos (reacción positiva) tan hermoso que juzgando por sus
caracteres no pude menos que tranquilizarme... (Ibídem. VISICONTE y La Gaceta Mercantil, del 19 de octubre de 1836). Rosas destacó dicho
informe del Dr. Pineda en el mensaje dirigido a la Legislatura el 1º de
enero de 1837.
No fue tarea tan fácil la
aceptación de la aplicación de la vacuna entre los indios como se pudiera
desprender de la información suministrada por Saldías.Incluso la población
hispana criolla era renuente a dicha aplicación por prejuicios o simple
desidia.
Saturnino Segurola a la sazón
Inspector General de Escuelas, el 22 de octubre de 1822 solicitó a la autoridad
correspondiente el envío de un facultativo para una escuela de Quilmes
aplicando el art. 31 del Reglamento General de Escuelas que por otra parte lo
había confeccionado él, dicho artículo referido rezaba: -Los Preceptores no recibirán en
la escuela niños que no estén vacunados apelarían a los padres que no quisiesen
verificarlos, tomando las medidas que le dicten la jurisprudencia, para
cerciorarse de la verdad de esta operación (Ibídem, VISICONTE).
Si existía prevención o
renuencia en la población ante la pequeña incisión o tajo que un médico debía
efectuar sobre el brazo de la persona para inocular la vacuna, es de imaginar
la resistencia que deberá existir en el medio supersticioso del indio que
consideraba la vacuna y la viruela gualichos procedente del huinca.
Cuando una epidemia de
viruela se abatía sobre una toldería, era práctica de los indios para librarse
de ese gualicho matar a las indias más viejas.
En más de una oportunidad el
mismo Rosas ante la inminencia de una matanza de pobres indias por esta cruel
tradición, dio instrucciones a los comandantes del lugar para que con habilidad
y sin violencia sustrajeran a esas indias con las promesas que el mismo Rosas
arrojaría el gualicho de las viejas manteniéndolas en el poblado.
ALGUNOS
METODOS QUE ROSAS UTILIZO PARA LA
VACUNACION
El prestigio y la confianza
que se le tenía permitió vacunar a los aborígenes.
ara ello apeló a varios
procedimientos: su propio ejemplo, haciéndose vacunar entre ellos; en presencia
de varios caciques importantes mostraba la herida en la protuberancia
consiguiente desnudándose el brazo y exhibiéndolo ante ellos.
Después de comprobar que el
mismo Rosas se sometía a la vacuna recién entonces consentían.
Otro procedimiento consistió
en la explicación persuasiva como lo demuestra esta carta que Rosas le escribió
a Catriel: ...Ustedes son los que deben ver lo mejor les convenga. Entre nosotros
los cristianos este remedio es muy bueno porque nos priva de la enfermedad
terrible de la viruela, pero es necesario para administrar la vacuna que el
médico la aplique con mucho cuidado y que la vacuna sea buena, que el médico la
reconozca porque hay casos en que el grano que le salió es falso y en tal caso
el médico debe hablar la verdad para que el vacunado sepa que no le ha prendido
bien, el grano que le ha salido es falso, para que con este aviso sepa que para
el año que viene debe volver a vacunarse porque en esto nada se pierde y puede
aventajarse mucho.
La vacuna tiene también la ventaja de
que aún cuando algún vacunado le da la viruela, en tal caso esta es
generalmente mansa después de esto si quieren ustedes que vacune a la gente,
puede el médico empezar a hacerlo poco a poco para que pueda hacerlo con
provecho y bien hecho y para que tenga tiempo para reconocer prolijamente a los
vacunados (CHAVEZ, Fermín, La vuelta de Juan Manuel,
Edic. Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires, La Plata, 1991 o Edit. Theoría,
Buenos Aires, 1991).
Obsérvese la sagacidad de
Rosas, comienza expresando para que los cristianos es un buen remedio pero
deben ser ellos los indios los que deben resolver, señala la importancia del
médico porque es el que sabe como se administra la vacuna y entiende su
evolución.
Además es de inferir que un
médico que puede entrar a una toldería para vacunar no solamente hará ese
trabajo sino que intentará curar otras enfermedades, gripes, infecciones varias
y otras dolencias que pueden ser controladas.
Lo cierto es que Rosas
facilitó la llegada de un médico a la toldería que de otra manera hubiera
resultado imposible no sólo por la negativa de los jefes sino por las
resistencias que hubiera presentado las machi y los adivinos de la tribu.
Hacia 1878 ya muerto Rosas en
Southampton donde vivió su exilio en la extrema pobreza, durante la segunda
campaña al sur efectuada por los oficiales de Roca, un oficial del coronel
Villegas, llamado Solís en una de las incursiones llevadas en las proximidades
de Malal (La Pampa)
sorprenderá entre unas cortaderas nada menos que al famoso cacique Pincén
(Pin-then, dueño del decir, hablar bien) y a un pequeño hijo que llevaba para
protegerlo.
Según relato del historiador
Juan José Estévez en su importante biografía del cacique, el perrito que Pincén
llevaba salió a torear al perro que de la partida, los ladridos de los canes
alertaban a los soldados que creyeron estar en un escondrijo de punas;
preparaban sus armas de fuego y el cacique al sentir -los aprestos para el disparo de
armas de fuego, temiendo que su hijo sufriera daños se puso de pie y gritó ¡no
tiren! (ESTEVEZ, Juan José, Pincén. Vida y leyenda, Dirección General de Escuelas de la Provincia de Buenos
Aires, La Plata,
1991).
Pincén fue llevado a la
presencia de Villegas que le tenía un gran respeto y garantizó su vida y fue
enviado a Buenos Aires alojado en el cuartel del batallón 6 de Infantería de
Línea en donde lo visitaban personajes importantes como Roca, Estanislao
Zeballos y otras personalidades para escuchar de labios del cacique sus hazañas
en el desierto que al parecer salía relatar muy bien haciendo honor a su
nombre.
En uno de sus cuentos Pincén
recordó que en su juventud llegó a conocer al gran cacique general argentino
don Juan Manuel de Rosas, expresando: ...Juan Manuel ser muy bueno
pero muy loco; me regalaba potrancas, pero un gringo nos debía tajear el brazo,
según él era un gualicho grande contra la viruela y algo de cierto debió de ser
porque no hubo mas viruela por entonces... (ROSA, José María, op. cit.
T. VIII).
De ese recuerdo de Pincén
parece desprenderse otra metodología para inducir a la vacunación un pequeño
chantaje: iban los suministros pero después iba la vacuna.
EL
DESCUBRIMIENTO DEL COW-POX EN UNA ESTANCIA
Ya asentamos un hecho que
jerarquizó la medicina argentina como lo fue el descubrimiento de la vacuna por
el Dr. Francisco Javier Muñiz en el distrito de Luján efectuado en la estancia
de don Juan Gualberto Muñoz en la que de los pezones de una vaca extrajo la
pústula de donde sacó la sustancia para la vacuna antivariólica.
El descubrimiento fue
protocolizado ante escribano público el 25 de septiembre de 1841 y tuvo gran
repercusión en Londres ya que fue comentado auspiciosamente por el Instituto
Jenneriano y por el periodismo inglés.
Hasta esa época se creía en
Inglaterra que el antídoto sólo era producido por las vacas de Gloucester, por
las condiciones de humedad y otras variables climáticas que solamente se
afirmaba, se daban en dicha localidad inglesa.
La distinción que había
recibido Rosas de la
Sociedad Jenneriana fue hecho extensivo al Lic. Médico Justo
García Valdés, a los Dres. Saturnino Pineda, Francisco Javier Muñiz, Blas
Azpiazu y los estudiantes de medicina próximos a recibirse Claudio Mamerto
Cuenca y Francisco Rodríguez Amoedo, profesionales que se destacaron en el
suministro de la vacuna antivariólica durante las épocas de Rosas y gracias a
la atención que el gobernante dedica a esta delicada problemática. En una carta
dirigida al Lic. Médico García Váldez el 15 de julio de 1832 puede comprobarse
su reiterado interés por la propagación de la vacuna entre los indios:
"...Sirváse Ud. hacer entender a la Sociedad Real
Jenneriana entre lo más satisfactorios triunfos digno de su memoria deben
enumerarse la propagación del virus de la vacuna entre los indígenas reducidos
y sometidos al gobierno y aseguraba que tomando yo en sus honrosos trabajos la
parte que puede caberme en mi actual posición, no perdonaré medio para que la
institución de la vacuna sea conservada en este país con todas creces que
dependan ya de mi autoridad ya de mi decisión personal..." (FERNANDEZ,
Humberto "Francisco Javier Muñiz, Rosas y la prevención de la
viruela" en "Revista del Instituto de Investigaciones Históricas Juan
Manuel de Rosas nº 42 enero/marzo 1996. Trabajo presentado al Congreso Nacional
de Historia celebrado en Buenos Aires entre el 23 y el 25 de noviembre de 1995
y publicado en los Anales de dicho Congreso, T. I, p. 383).
LAS EPIDEMIAS Y LOS RECLAMOS
IDEOLOGICOS Entre los siglos XVII y XIX se produjeron y están documentadas
todas las epidemias o pestes de viruela que hicieron estragos entre la
población indígena. Dicha documentación señala los siguientes años fatales: 1615,
1620, 1638, 1642, 1660, 1728, 178, 1788, 1792, 1805, 1819, 1871, 1875 y 1881
(GRAU, Ibidem). Como se observa los períodos de frecuencia o reiteración de la
peste son muy seguidos y por lo tanto muy breves los períodos libre de ella.
Entre 1615 y 1620 sólo hay 5
años de bonanza, entre 1620 y 1638 hay 18 años, entre 1638 y 1642 solo 4 años
sin peste, etc. Sólo hay dos períodos que la epidemia mortal permite un
respiro, entre 1728 y 1778 y entre 1819 y 1871, luego se reinicia el azote con
una frecuencia aterradoramente breve. Esta información conduce por lo menos a
dos conclusiones inequívocas:1º) Entre 1615 y 1881 período que cubre 266 años,
según el cálculo de historiadores y antropólogos, la viruela se cobró en sus
catorce estallidos epidémicos más de dos millones de indígenas en lo que fue la
gobernación, luego el Virreynato del Río de la Plata (actuales Argentina, Paraguay, Uruguay, sur
de Brasil, Bolivia y Chile).
Estimación que creemos
exagerada pero que de todas maneras nos demuestra que la viruela mató muchos
más indios que todas las guerras llevadas contra él.2º) El período de mayor
sosiego es el que se encuentra entre los años de 1819 y 1871, que alcanza a 52
años. No es ninguna casualidad que en este período transcurren los años de los
dos gobiernos de Rosas en los que se suministró la vacuna entre los indios
cuyos efectos sanitarios se prolongaron algunos años después de 1852. Después
de Caseros, se retacearon o se olvidaron los abastecimientos a los indios y se
abandonó toda política de integración, ¿...y la vacuna antivariólica...?, los
"progresistas" triunfantes también se olvidaron de suministrarla.La
peste apareció con toda su virulencia en 1871, reiterándose en 1875 y en
1881...¡La generación del Ochenta funcionando a pleno...!
Queremos hacer una última
reflexión vinculada a este tema y dirigida a aquellos que en conocimiento de
estos datos que expresan una catástrofe demográfica se valen de ella para
denigrar a la Conquista
española responsabilizando a España por traer pestes como la viruela.
El cargo es infantil. Con ese
criterio deberíamos estigmatizar al Africa o sus habitantes de color de donde
procede el SIDA o atribuir a los homosexuales la intención de exterminar a la
humanidad por ser los transmisores del SIDA. Algunos indigenistas anacrónicos
no advierten que si los españoles trajeron enfermedades, hubieron dolencias que
a su vez los indios transmitieron a los españoles y por ellos a Europa misma
que las desconocía. La frambesia o "bubas" o sífilis americana, el
mal de Chagas, la parotiditis y otras fueron pestes americanas transmitidas a
los españoles.En el contacto de razas, en el intercambio de sangre, se produce
inevitablemente un intercambio recíproco de enfermedades. Por otra parte,
recordamos que las epidemias no comienzan en América a partir de su
descubrimiento "códices mayas y mixtecas testifican la existencia de
flagelos antes de la llegada de Colón, esas endemias, todo hace presuponer,
develan el misterio de grandes centros poblacionales deshabitados o extinguidos
entre los mayas antes del arribo español. En los idiomas indígenas caso de
aztecas o incas habían vocablos que designaban enfermedades epidémicas"
(PETROCELLI, Héctor B., "Lo que a veces no se dice de la Conquista de
América", Ediciones Didascalia, Rosario, 1992).No está demás recordar que
dos siglos antes de la
Conquista de América, Europa también sufrió un derrumbe
demográfico no menor al americano. La peste negra que asoló a Europa en el
siglo XIV registró una mortalidad que alcanzó a un tercio de su población total.De
allí que el europeo del siglo XVI estuviera medio inmunizado ante la viruela,
en su composición genética la tenía registrada. Mientras que el indio no. El
hecho histórico como "cargo" a la Conquista de América,
minúscula como otros que se hacen a la España católica de entonces, tiene más de
escarceo ideológico que de reflexión histórica sustentable.La problemática
reside en la pregunta ¿qué se hizo ante esas enfermedades? España introdujo
metodología médica, el hospital, todo tipo de medicamentos desconocidos en
América para enfrentar las enfermedades nuevas o viejas. Rosas introdujo la
vacuna antivariólica entre los indios de las pampas. Por el contrario, los
conquistadores del norte americano regalaban a los indios frazadas infectadas
del virus de la viruela. Allá se decía y era popular el dicho: "the best
indian is the death indian" (el mejor indio es el indio muerto...).
¡Distintas metodologías de dominación! No obstante muchos indigenistas actuales
estudian antropología en universidades de Norte América en donde ocultan su
propia política de exterminio.Actualmente conocemos algunos descendientes de
caciques mapuches que concurren a congresos indigenistas financiados por
fundaciones norteamericanas y la central socialista europea, que mantienen una hostilidad
anacrónica verdaderamente cómica contra la España católica del siglo XVI y su proyección en
América. ¡Cosa veredes Sancho faran hablar las petras...!
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