La gran jornada
Todo hombre nacido en esta tierra, que con el pensamiento o con el corazón se
acerque al acontecimiento legendario de la Cruzada, ha de sentir en su espíritu
y hasta en su cuerpo, la conmoción que sigue a toda extraordinaria revelación.
Si a la visión
simple y escueta del hecho inaudito se agrega la de su real significado, la
conmoción alcanzará a remover, por misteriosas e instintivas repercusiones,
todas las raíces de su ser.
A la naturaleza
parece reservado el poder de provocar en nosotros estas hondas y perdurables
sensaciones, pero los hombres, mejor aún, algunos hombres, suelen poner de tal
manera en los hechos y en las cosas el sello de su influjo, que llegamos a
sentir su obra con la misma intensidad que nos sobrecoge y nos desconcierta
frente a las representaciones más acabadas de la naturaleza.
Reproduciendo a
nuestros ojos, con no sospechada fidelidad, la obra del gran artífice, aparecen
los hombres dirigiendo a los hechos. Y entonces nosotros los vemos agrandados,
enormes, imponentes, sublimes, porque los vemos en los hechos, en las cosas, en
el ambiente, abarcándolo y llenándolo todo.
Los hombres de
1825 son así.
Empeñosos, han
cultivado día a día el espíritu de sus hermanos de infortunio v han visto
multiplicarse el número de sus prosélitos; recios y sufridos, han predicado la
buena nueva de la libertad, y la santidad de su causa ha encontrado junto con
el aliento del desinterés, la pasividad del egoísmo; tocados por el destino
para ser los ejecutores de un plan providencial, desproporcionado a sus medios,
a él entregan vidas y haciendas sin tasa ni medida; y cuando llega el momento
de sofocar su vocación guerrera para dar comienzo a la obra duradera de la paz,
del orden, del límite a la arbitrariedad, estos hombres extraordinarios bajan
sus espadas en señal de acatamiento al gobierno incipiente.
Símbolo son de las
ideas democráticas que vienen a implantar.
Son hijos del
pueblo, con arraigo en el pueblo, y su única esperanza v su única fe, es
también el pueblo.
Jamás usarán de la
fuerza sino como un medio imprescindible para aniquilar a una fuerza contraria
y opresora. Fieles intérpretes del hermoso postulado que encarnan, será su
finalidad esencial edificar sobre las ruinas.
Si desde el punto
de vista patriótico son grandes estos raros ejemplares de valor y desinterés,
también son grandes desde un punto de vista puramente humano.
Grandes, porque
vienen a libertar a sus hermanos de la fuerza que los oprime y de la rapacidad
que los aniquila; grandes, porque repudian los halagos y los premios ganados al
bajo precio de la sumisión y del renunciamiento; grandes, porque se mueven y
reaccionan al influjo de ideales desinteresados.
La patria es la
obsesión de todas sus horas.
Cuando pisan el
arenal y se hace el silencio solemne, y en él se destacan y ruedan las palabras
del gallardo paladín, algo más que la proximidad de los cuerpos acerca y ata a
los treinta y tres hombres allí congregados; es el pasado que revive en aquella
escena; es la lucha incruenta, cruel y siempre renovada para alcanzar la
ansiada libertad; es el pasado que vuelve, inexorable, a consumar el designio
providencial; y los recuerdos se agolpan a la memoria, y los corazones laten
con violencia inusitada, y el milagro empieza a consumarse.
Cuando Artigas, al
decidir su retirada al Paraguay, después de sus últimas derrotas, mandó a
Lavalleja, que se hallaba prisionero en la Isla das Cobras, aquel simbólico
auxilio de 4.000 pesos, debió tener una anticipada visión de este inconfundible
pronunciamiento.
Volvamos a tomar
el hilo de los hechos.
Dice don Luis Ceferino de la Torre, que dispuestas las
cosas y prontos para arrojarse a la empresa, partieron nuevamente de Buenos
Aires, -Manuel Lavalleja, Sierra y Freire con una docena de compañeros,
conduciendo el armamento a depositarlo en la Isla Brazo Largo,
punto de reunión acordado, que estando cerca de la costa y de la estancia de
Tomás Gómez, debían combinar con éste el día que les arrimase caballos a los
expedicionarios.267
Spikerman, en su diario, declara que el 1° de abril se
embarcaron a las 12 de la noche, en la costa de San Isidro, en un lanchón, los
nueve primeros individuos de la expedición, desembarcando y acampando en una
isla formada por un ramal del Paraná, llamada Brazo Largo.
Los nueve
individuos eran: don Manuel Oribe, don Manuel Freire, don Manuel Lavalleja, don
Atanasio Sierra, don Juan Spikerman, don Carmelo Colman, Sargento Areguati, don
José Leguizamón (a) Palomo y baqueano Manuel Cheveste.268
De María incluye
también en este primer contingente a Dionisio Oribe, criado de don Manuel
Oribe.269
-Este primer grupo era portador de cantidad de armas,
pertrechos y equipos recolectados en Buenos Aires.270
Dice Spikerman que el primer grupo de cruzados permaneció
quince días a la espera de los compañeros que debían venir con Lavalleja; y De
María asegura que durante la estada de aquellos en la isla, -pasaron
de oculto a la costa oriental, Oribe, Lavalleja (Manuel) y el baqueano
Cheveste, con el objeto de hablar con Gómez (don Tomás) y convenir el día y
punto en que debía esperar con caballada a los expedicionarios.
Vueltos a la isla de Brazo Largo, aguardaron el arribo
de la segunda expedición unos diez días más, al cabo de los cuales -don
Manuel Lavalleja y don Manuel Oribe, genios impacientes y movedizos,
determinaron irse con Cheveste a inquirir la causa de aquel silencio y buscar
qué comer, que por lo pronto era la primera necesidad que había que satisfacer.
Al llegar a tierra
la noche era oscura, y casi a tientas dieron con una carbonería, cuyo dueño los
llevó a la inmediata estancia de los Ruiz, quienes les explicaron que don Tomás
Gómez había sido descubierto, teniendo que escaparse para Buenos Aires, y que
las caballadas de la costa habían sido recogidas e internadas.
Cuando Ruiz
concluyó su narración, Oribe le contestó resueltamente: pues, amigo, nosotros
vamos a desembarcar, aunque sea para marchar a pie; mientras tanto, vean de
darnos un poco de carne, porque nos morimos de hambre en la isla.
Vista por los
hermanos Ruiz la decisión de los expedicionarios, convinieron en favorecer
resueltamente sus intentos, en hacer las señales de aproximación, en aprontar
los caballos, en hablar con algunos amigos y en evitar cualquier choque
extemporáneo con aquel terrible Tornero que guardaba la costa".271
Volviendo a los demás expedicionarios y respecto de
las incidencias de su travesía, es interesante la versión de Luis Sacarello,
que vino como marinero en los lanchones de la segunda expedición.
-Hallábase Sacarello el año 25 en Barracas, entregado
a sus faenas de carpintero de ribera, cuando en la tarde del 15 de abril fue
tomado por un carpintero Manuel, de la partida, y sin permitirle hablar,
embarcólo en un lanchón.
-Poco antes de ponerse el Sol partió el
lanchón en dirección al Paraná de las Palmas, pero atracando a la costa de San
Isidro recibió en esa noche a su bordo al General Lavalleja, siete oficiales y
varios otros individuos". Y agrega el relato: "En el resto de la
noche remontamos el Canal del Chaná, hasta la boca del Miní, en donde nos
acercamos a una isla y continuamos la noche siguiente, del 17, hasta la boca
del Guazú, y nos escondimos en la isla que está frente a Punta Gorda; a la
noche siguiente, del 18, se nos dio la voz de silencio y palabra seca, por el
temor que había a la vigilancia de los cruceros brasileños, y en cuanto
llegamos a la Punta Gorda
bajaron a tierra dos hombres, que volvieron pronto. Empezamos a costear río
arriba hasta Punta Chaparro, en donde bajaron los dos hombres; seguimos a Casa
Blanca (estancia), y allí también bajaron; continuamos hasta la Punta del
Arenal Grande, y allí bajaron y hablaron los dos hombres con un austriaco que
tenía inmediato a la costa un rancho, quien dio la noticia de que la gente que
buscábamos se hallaba en el Rincón, entre el monte, y entonces fuimos hasta la
Punta de Amarillo, que es la
de San Salvador, en donde desembarcaron todos a las tres de
la mañana del 19. Parece que allí encontraron gente reunida y entonces se
internaron y nosotros nos volvimos para Buenos Aires.272
La versión
transcrita no armoniza con lo declarado por Spikerman, en cuanto éste atribuye
le demora de Lavalleja a un temporal que habría obligado a los expedicionarios
a detenerse para no perecer; y al mismo tiempo pone en evidencia la inquietud
que dominaba a los Cruzados, que en todas partes hacían alto y a la que no
sería ajeno el temor por la suerte de sus compañeros.
Con Lavalleja
venían don Pablo Zufriategui y 20 individuos más.
Reunidos todos los expedicionarios, -nos
embarcamos en dos lanchones y navegamos toda la noche hasta ponernos a la vista
de la costa oriental, a fin de hacer la travesía del Uruguay en la noche del
19.
El río estaba cruzado por lanchas de guerra
imperiales, y por consiguiente emprendimos marcha en esa noche. A las siete,
habiendo navegado como dos horas, nos encontramos entre dos buques enemigos,
uno a babor y otro a estribor; veíamos sus faroles a muy poca distancia; el
viento era Sur, muy lento, y tuvimos que hacer uso de los remos.273
La noche anterior, -una fogata encendida en una
quebrada indicaba el punto a que debían dirigirse en la ribera; pero, como la
noche fuese muy oscura y el viento contrariase la dirección de las velas, Ruiz
cambió el punto en que debían aproximarse, que era en el Sauce, por otro de más
favorable corriente, encendiendo otra fogata fugitiva en la embocadura de un
arroyo llamado Gutiérrez, de la jurisdicción de la Agraciada.
En el sitio elegido para el desembarco, -los
hermanos Ruiz y algunos orientales más esperaban allí con setenta caballos
escondidos en unas breñas inmediatas.274
Contradicen esta
afirmación el relato de Spikerman, las memorias del general Lavalleja y la
opinión de la mayoría de los historiadores, según se verá en seguida.
Rezan las crónicas
de la epopeya, que cuando los cruzados pisaron el suelo de la patria, no
pudieron reprimir un impulso que los llevó a besarlo.
La escena, de por
sí solemne, debió cobrar entonces toda su intensidad.
No constituía este
hermoso gesto de honda emoción, una nota discordante ni extraña a la modalidad
de aquellos hombres de sencillo corazón.
Si bien se mira,
su obra entera era más que nada una obra de sentimiento.
El cálculo o las
ventajas jamás dan resultados tan sorprendentes.
Las convicciones
doctrinarias, por sí solas, podrán hacer legistas, pero nunca héroes.
Estas grandes e
inauditas empresas han de partir del corazón.
Y el corazón había
sido el único regulador en la vida abnegada y altruista de estos héroes
auténticos.
Hacían bien en besar
el suelo de la patria; tenían derecho a hacerlo.
Ya están los
emigrados en la orilla deseada.
Son treinta y tres
hombres, los mismos que desde 1822 recorrieron en incansable peregrinaje el
territorio de las Provincias Unidas, y levantaron en Montevideo la bandera de
la rebelión.
De sus malhadadas
andanzas no traen más que el cansancio del camino y un poco menos de fe en la
solidaridad humana.
Están solos, como
entonces estaban. Abandonados a si mismos por todos aquellos a quienes llamaron
en su ayuda, parece que buscaron lo imposible.
Nadie tiene fe en
ellos, y ellos la siguen teniendo en sus principios.
Parecen iniciados
en una religión que nadie entiende ni quiere entender.
Ellos, empero,
avanzan sin vacilaciones, como si marcharan sobre un surco abierto de antemano
o sobre los rastros de una huella.
Refiere un cronista de los hechos, que tomada tierra
por los expedicionarios y escondidas las chalanas en el arroyo de Gutiérrez,
volvióse Lavalleja a sus compañeros y con voz conmovida les dijo: -Amigos,
estamos en nuestra patria; Dios ayudará nuestros esfuerzos, y si hemos de
morir, moriremos como buenos orientales en nuestra propia tierra.
Agrega el mismo cronista que inmediatamente se
ensillaron los caballos, 275 se hicieron los cargueros, y la expedición
se internó en el bosque, buscando un punto más secreto y franco para despachar
bomberos y chasques y ordenar el plan de campaña.276
Veamos ahora cómo relataba la heroica hazaña La Gaceta
Mercantil,
de Buenos Airea, en su número del 30 de abril: Banda
Oriental. —
En este momento acabamos de recibir la
plausible noticia del desembarco de los Bravos Orientales en su país, y del
buen éxito de su primer encuentro con las fuerzas del Brasil (Argentino
extraordinario de ayer).
Don Juan Antonio Lavalleja,
don Manuel Oribe y otros varios oficiales y vecinos de la Banda Oriental que
salieron de Buenos Aires decididos a libertar su provincia del yugo ominoso y
degradante del Brasil, supieron el jueves 21 (es noticia traída por uno de los
individuos que salieron en tan heroica empresa) que algunos de los individuos
de quienes esperaban caballos y otros recursos en el momento de su desembarco
habíanse visto precisados a fugar...277
Por su parte, El
Argos, del 14 de mayo,
decía: -Los sucesos que hoy tienen lugar en la Banda Oriental del
Río de la Plata merecen llamar la atención de los críticos públicos, por la
importancia y trascendencia que ellos traen consigo.
Es bien sabido ya que unos beneméritos patriotas
decididos a sacrificar su inquietud, su bienestar y hasta su vida o redimir a
su patria de la opresión y servidumbre en que está hace algunos años,
concibieron el atrevido proyecto de presentarse ante sus compatriotas y de
moverlos en masa para que los auxiliasen en la ejecución de su plan.
Aquél se ha ejecutado de un
modo que excede las esperanzas que se habían formado al combinarlo, y que
promete resultados los más prósperos a la conclusión de la guerra de la
independencia por todas partes, y al establecimiento de una completa libertad
en todos los puntos del continente americano".
Y agregaba haberse -sentido en todos los puntos de la Banda Oriental un
sentimiento uniforme y decidido por sacudir su esclavitud y romper
violentamente los vínculos que la ligaban a un gobierno extranjero.278
El programa de los patriotas es claro y terminante
como la firme resolución que los mueve. Son éstos sus términos: -Llegó
en fin el momento de redimir nuestra amada patria de la ignominiosa esclavitud
con que ha gemido por tantos años y elevarla con nuestro esfuerzo al puesto
eminente que le reserva el destino sobre los pueblos libres del nuevo mundo. El
grito heroico de libertad retumba ya por nuestros dilatados campos con el
estrépito belicoso de la guerra.
El negro pabellón de la venganza se ha desplegado, y
el exterminio de los tiranos es indudable.
¡Argentinos, Orientales!
Aquellos compatriotas nuestros, en cuyos pechos arde
inexhausto el fuego sagrado del amor patrio, y de que más de uno ha dado
relevantes pruebas de su entusiasmo y su valor, no han podido mirar con indiferencia el triste cuadro que ofrece
nuestro desdichado país, bajo el yugo ominoso del déspota del Brasil.
Unidos por su patriotismo, guiados por su
magnanimidad, han emprendido el noble designio de libertadores.
Decididos a arrostrar con frente serena toda clase de
peligros se han lanzado al campo de Marte con la firme resolución de
sacrificarse en aras de la patria o reconquistar su libertad, sus derechos, su
tranquilidad y su gloria.
Vosotros que os habéis distinguido siempre por vuestra
decisión y energía, por vuestro entusiasmo y bravura, ¿consentiréis aún en
oprobio vuestro el infame yugo de un cobarde usurpador?
¿Seréis insensibles al eco dolorido de la patria, que
implora vuestro auxilio?
¿Miraréis con indiferencia el rol degradante que
ocupamos entre los pueblos?
¿No os
conmoverá vuestra misma infeliz situación, vuestro abatimiento, vuestra
deshonra?
No, compatriotas; los libres os hacen la justicia de
creer que vuestro patriotismo y valor no se han extinguido, y que vuestra
indignación se inflama al ver la Provincia Oriental como un conjunto de seres
esclavos sin gobierno, sin nada propio más que sus deshonras y sus desgracias.
Cesen ya, pues, nuestros sufrimientos.
Empuñemos la espada, corramos al combate y mostremos
al mundo entero que merecemos ser libres. Venguemos nuestra patria; venguemos
nuestro honor, y purifiquemos nuestro suelo con sangre de traidores y tiranos.
Tiemble el
déspota del Brasil de nuestra justa venganza. Su cetro tiránico será convertido
en polvo, y nuestra cara patria verá brillar en sus sienes el laurel augusto de
una gloria inmortal.
Argentinos Orientales: las Provincias hermanas sólo
esperan vuestro pronunciamiento para protegeros en la heroica empresa de
reconquistar vuestros derechos.
La gran nación argentina, de que sois parte, tiene
gran interés de que seáis libres, y el Congreso que rige sus destinos no
trepidará en asegurar los vuestros.
Decidios, pues, y que el árbol de la libertad,
fecundizado con sangre, vuelva a aclimatarse para siempre en la Provincia Oriental.
Compatriotas: Vuestros libertadores confían en vuestra
cooperación a la honrosa empresa que han principiado.
Colocado por voto unánime a la cabeza de estos héroes,
yo tengo el honor de protestaros en su nombre y en el mío propio, que nuestras
aspiraciones sólo llevan por objeto la felicidad de nuestro país, adquirirle su
libertad.
Constituir la provincia bajo el régimen representativo
republicano, en uniformidad a las demás de la antigua unión.
Estrechar con ellas los dulces vínculos que antes la
ligaban.
Preservarla de la horrible plaga de la anarquía y
fundar el imperio de la ley.
He aquí nuestros votos.
Retirados a nuestros hogares después de terminar la
guerra, nuestra más digna recompensa será la gratitud de nuestros
conciudadanos. Argentinos - Orientales:
El mundo ha fijado sobre vosotros su atención. La
guerra va a sellar nuestros destinos. Combatid, pues, y reconquistad el hecho
más precioso del hombre digno de serlo. —
Campo volante, abril de 1825. — Juan A. Lavalleja.
Los Treinta y Tres
En su obra Los Treinta y
Tres, el doctor Luis
Melián Lafinur, después de una seria laboriosa investigación de documentos,
referencias v antecedentes, llega a la conclusión de que la única lista
auténtica de los cruzados, es la comprendida en el Catálogo de la Correspondencia Militar
del año 1825, publicada oficialmente por la Inspección General
de Armas.
He aquí esa lista:
Coronel Comandante
en Jefe...................... Don Juan Antonio Lavalleja
Mayor
.................................................... Manuel Oribe
................................................... Pablo Zufriategui
................................................... Simón del Pino
Capitán
................................................ Manuel
Lavalleja
................................................ Manuel Freire
................................................ Jacinto Trápani
................................................ Gregorio
Sanabria
Teniente ................................................ Manuel Meléndez
................................................ Atanasio Sierra
................................................ Santiago Gadea
Alférez
................................................ Pantaleón Artigas
Cadete
................................................ Andrés Spikerman
Sargento ................................................ Juan Spikerman
Cabo 1° ................................................ Celedonio Rojas
Baqueano
................................................ " Andrés Cheveste
Soldado
................................................ " Juan Ortiz
" ................................................
" Ramón Ortiz
"
................................................ " Avelino Miranda
"
................................................ " Carmelo Colman
"
................................................ " Santiago Nievas
"
................................................ " Miguel Martínez
"
................................................ " Juan Rosas
"
................................................ " Tiburcio Gómez
"
................................................ " Ignacio Núñez
"
................................................ " Juan Acosta
"
................................................ " José Leguizamón
"
................................................
" Francisco Romero
"
................................................ " Norberto Ortiz
"
................................................ " Luciano Romero
" ................................................
" Juan Arteaga
"
................................................ " Dionisio Oribe
................................................ Joaquín Artigas
El Capitán don Basilio Araújo
no vino incorporado a los Treinta y Tres, pero sí en la misma condición hizo el
viaje por tierra, pasó el Uruguay, cumplió su comisión y se unió en la costa a
los Treinta y Tres.
Cuando el doctor Melián Lafinur publicó la obra que se
ha citado, basaba sus conclusiones en la primera revista de Comisario fechada
el 30 de abril de 1825,279 en la lista publicada por Washington P. Bermúdez en
el periódico Baturrillo Uruguayo con las firmas de don Juan Antonio
Lavalleja y don Pablo Zufriategui; y, por último, en la lista contenida en un
libro editado en París el año 1826, con un apéndice referente a la usurpación
de Montevideo por los gobiernos portugués v brasileño.280
La autoridad
indiscutible del investigador y la procedencia de los documentos tomados como
fuente, nos eximirán de entrar en nuevas consideraciones acerca de la lista de
los Treinta y Tres.
Pero he aquí que el mismo doctor Melián Lafinur, con
posterioridad a la publicación de su folleto sobre Los
Treinta y Tres, halló para
confirmarlo más en su primer aserto, un nuevo antecedente de inapreciable
significado, que con una pequeña variante reproduce en lo demás, exactamente,
la nómina del Catálogo de la Correspondencia Militar.
Ese nuevo antecedente documental lo constituye la
lista de los Treinta y Tres publicada en El
Piloto del 7 de enero de
1826 que textualmente dice así: -Para la historia. — Relación exacta de los
treinta y tres héroes orientales que llevaron la libertad a su patria:281
Sr. Don Juan
Antonio Lavalleja Sold. Manuel Ortiz
" Manuel Oribe " Ramón Ortiz
" Pablo Zufriategui " Avelino Miranda
" Simón del Pino " Carmelo Colman
" Manuel Lavalleja " Santiago Nievas
" Manuel Meléndez " Miguel Martínez
" Manuel Freire " Juan Rosas
" Anatasio Sierra " Tiburcio Gómez
" Jacinto Trápani " Matías
" Gregorio
Sanabria " (ya no existe)
" Santiago
Gadea " Juan Acosta
" Pantaleón
Artigas " José Leguizamón
" Juan
Piquiman " Francisco Romero
" Andrés
Piquiman " Luciano Romero
Sargento Celedonio Rojas " Norberto
Ortiz
Baqueano Andrés Cheveste " Juan
Arteaga
" Dionisio Oribe
" Joaquín Artigas
La investigación
parece haber constatado que los cruzados no eran treinta y tres, y ha llegado a
comprobar que no todos eran orientales.
En cuanto al error
de cantidad, con que se impugna la denominación más corriente de los cruzados
—los Treinta y Tres—, creemos que no justificaría una variación de lo que
constituye un bautismo popular, mantenido y trasmitido de generación en
generación durante un siglo. Todos los razonamientos en pro de la precisión y
de la exactitud, resultarían en este caso pequeños. Las características
esenciales de la cruzada y el origen de sus elementos dirigentes, hacen de
aquélla una obra eminentemente oriental, no obstante la nacionalidad de algunos
de sus componentes.
Lavalleja, Oribe,
Zufriategui, del Pino, Manuel Lavalleja, Freire, Trápani y la mayor parte de
los cruzados; eran orientales; y eran orientales no sólo por haber nacido en la Banda Oriental. Eran
orientales, sobre todo, por lo que desde 1811 habían hecho. Eran orientales, en
último término, porque cuando desembarcaron en la Agraciada, la patria estaba
con ellos y sólo con ellos.
Lugar del
desembarco
Nuevas disidencias
acusa la crónica en la determinación del lugar preciso en que los Treinta y
Tres desembarcaron. Mientras unos afirman que fue en la Agraciada,282 otros
atribuyen al Arenal Grande283 la gloria de tan elevado destino. El doctor
Berra, en su "Bosquejo Histórico" y en sus notas a un trabajo
alusivo, publicado en 1884 en la "Revista de la Sociedad Universitaria",
empieza por declarar que a su juicio "no hay verdadera disidencia entre
las dos versiones". "Examinada la región del Uruguay en que el hecho
se realizó, se ve que desemboca el Catalán, formado por la confluencia del
Arenal Grande y del Arenal Chico. Dos o tres leguas al Sud desagua el
Agraciada, arroyo de mucha menos agua y extensión que el otro. Y más al Sud,
algunas cuadras más al Norte que la punta de Chaparro, sale una cañada que se
llamó a principios de este siglo de Guardiazábal; años después, hacia 1825, de
los Ruices, y después, hasta hoy, de Gutiérrez". Después de afirmar que
los Treinta y Tres desembarcaron en el arroyo de los Ruices, concluye en que
"si dicen algunos que el desembarco se efectuó en la Agraciada, es porque
aluden al distrito a que el arroyo así llamado da su nombre", y si otros
convienen en que aquel tuvo lugar en el Arenal Grande, "es porque tal era
en 1825 el nombre con que se designaba la extensión de tierra en que están
comprendidos el arroyo de los Ruices (Gutiérrez) y el Agraciada". En
síntesis, la opinión del doctor Berra —acorde en lo esencial con la de Ordoñana y con una
base tan respetable como el testimonio de don Ignacio Núñez— es que los Treinta
y Tres desembarcaron "en el Arroyo de los Ruices, en el Arenal
Grande".284
Primeras
consecuencias
Internada la
expedición en el territorio del país, ve multiplicarse a su paso el contingente
de sus adeptos. En el trayecto hasta la barra de San Salvador "treinta o
cuarenta hombres montaraces", buscan un lugar en las filas; y aquellos
otros hombres, montaraces también, a su manera, los reciben con los brazos
abiertos. No era raro que en un pueblo oprimido, todos los hombres montaraces
se sintieran hermanos.
Próximos ya al
pueblo de San Salvador, que por informes recogidos se hallaba ocupado por una
fuerza enemiga como de cien hombres al mando de Laguna, la noche favorece sus
planes y consiguen acercarse más, sin ser sentidos, pues los oficiales de la
guarnición están de baile.285 Advertido Laguna de la presencia de los
patriotas, dispone que un oficial Balbuena vaya a reconocerlos. Al encuentro
del emisario se adelanta don Manuel Lavalleja, quien preguntado por Balbuena
sobre qué gente era aquélla, contesta Lavalleja: "Es la vanguardia del
ejército libertador".286 Instado para que se plegase al movimiento, Julián
Laguna abandona el campo patriota después de conferenciar con Lavalleja, quien
entonces le advierte "que lo iba a cargar inmediatamente".287 Es el
primer choque de las armas patriotas. La brega es corta y pronto sobreviene la
dispersión de los imperiales. No exageraba don Manuel Oribe, cuando afirmaba en
carta a don Luis C. de la Torre: "el 23 batimos en San Salvador a Servando
Gómez y al Coronel Laguna, donde los dispersamos sin tirar un tiro y sí sólo a
sable".288 Al día siguiente entran los expedicionarios en Santo Domingo
Soriano y el pueblo los recibe sin ninguna muestra de reserva.
-En esta muy noble, valerosa y leal villa de Santo
Domingo Soriano, puerto de la salud del Río Negro, en 24 días del mes de abril
de 1825, los señores Justicia y Regimiento juntos y congregados en esta casa de
nuestro Alcalde de primer voto, don José Vicente Gallegos, a pedimento del
Comandante de las fuerzas armadas de la Patria, don Juan Antonio Lavalleja, que
entró este día en esta villa, quien juntos nos pasó tres oficios: el 1° para
que en el momento se mandaran aprestar las milicias del Departamento, que se
hallaban bajo el mando de la Patria; el 2°, encargándonos el orden y sostén del
vecindario y castigara a los malos, hasta la última pena si sus delitos así lo
merecieran, y el 3°, privando todo auxilio a las fuerzas enemigas de la patria;
cuyas contestaciones pasó nuestro Alcalde a nombre de este Cabildo; y no
teniendo más que acordar, cerramos este nuestro acuerdo.289
Con posterioridad los capitulares de Soriano dieron
cuenta a Lecor -de la entrada de las fuerzas de la patria en esta Villa, y le
acompañaron copia de los oficios de Lavalleja y de las contestaciones del
Cabildo.290
La laboriosa
gestación está dando sus primeros frutos.
La campaña, hasta
entonces oprimida, corre a agruparse en torno de los que vienen a salvarla.
De linde a linde
hay como un estremecimiento de nueva vida.
Son las fuerzas
dormidas, pero no muertas, que vuelven a recuperar el impulso inicial.
-Vamos a tener patria, y si tan pronto la tenemos se
lo debemos a su coraje y decisión.291
No hacía Santiago Vázquez sino reflejar la nota dominante
de este ambiente alborozado, cuando expresaba a Lavalleja: -La
suerte de la Banda
Oriental puede estar sujeta a accidentes y alternativas, pero
jamás lo estará la carrera majestuosa que V. y sus dignos compañeros se han
abierto para la inmortalidad.292
La Gaceta
Mercantil
de Buenos Aires es bien explícita respecto de la magnitud del pronunciamiento,
cuando haciéndose eco de informes de un individuo conductor de la noticia,
expresa que -quedaban con el valiente
Lavalleja más de 200 hombres a los que se agolpaban
en cada momento los desgraciados orientes,
ansiosos de vengar la opresión en que los pusieran la traición y aspiración de
un Imperio.293
En su número del 4 de mayo refiere El Argos el banquete con que los ingleses habían celebrado el
23 de abril, en la fonda de Faunch, el día de San Jorge; y entre los brindis
pronunciados, reproduce uno del gran patriota Pedro Trápani, cuyo tono revela
las esperanzas que los sucesos alentaban en los nativos.
Dice así: -Porque se consigan los esfuerzos que hacen
los patriotas por libertar una pequeña parte de este continente que aún gime
bajo las ignominiosas cadenas de los déspotas. Hablo, señores, de la linda y
desgraciada Banda Oriental, cuyos hijos han demostrado ser tan dignos enemigos
de los ingleses en la guerra como amigos sinceros de ellos en la paz".294
El mismo periódico, en suelto del 14 de mayo, asegura que los pueblos de la Banda Oriental
llegarán a ser libres de sus opresores porque sus sacrificios y su resolución
así lo exigen.
Prosigamos el relato
de los hechos.
Mientras los cruzados tentaban sus primeros pasos,
Rivera había dado cuenta a Félix Olivera, de -haber desembarcado en el Arenal
Grande como 50 o 60 hombrea, los más oficiales, con Dorrego y Lavalleja,
los cuales, según agregaba, -dispersaron al Coronel Laguna, que se
hallaba sólo con 12 hombres en San Salvador.295
La noticia había partido quizá de Buenos Aires, pues
el Cónsul del Imperio, Pereira Sodré, anunciaba al Gobernador de la Colonia, el
18 de abril, que habían pasado para esta banda, -Lavalleja, Manuel Oribe, Alemán y
juntamente algunos oficiales más con 20 o 30 soldados con bastante armamento y
dinero.296
A su vez el Gobernador de la Colonia respondía a este
oficio, manifestando que -el señor brigadier don Frutos por estos días
estará sobre ellos con 500 hombres.297
El suceso de Monzón desbarata después los cálculos de
los imperiales, y la revolución se extiende, rotas ya las únicas vallas que
detenían todavía su natural expansión.
El prodigio se cumple.
Es siempre el pasado que vuelve para combinar la
disposición de las cosas y dirigir las voliciones de los hombres conforme a un
plan providencial. Lavalleja y Rivera están juntos otra vez.
Son los hombres de 1817 que vuelven.
Es la consigna y hay que cumplirla. Quizá en la noche,
cuando el reflejo de los fogones iluminó con su luz mortecina y gloriosa la paz
del campamento, ahora todo uno, aquellos dos hombres, que acababan de
sacrificar sus rencores y reservas, debieron sentir que la suerte toda de la
patria estaba en sus manos.
Todo vuelve a
lo que antes fue. Al cabo de los años transcurridos, las manos se estrechan y
los corazones se entienden.
Es el milagro de la voluntad cuando es cosa del
corazón lo que la mueve.
El 2 de mayo
Lavalleja escribe a su esposa, doña Ana Monterroso, desde San José: -El 19
de abril salté en tierra con los 33 patriotas; el 23 ataqué a don Julián Laguna
y a Servando en San Salvador. El 24 entré en Soriano. No quise atacar a la
Capilla de Mercedes por evitar un desorden en los vecinos de aquel pueblo.
Continué mi marcha al interior de la campaña y tuve noticia que don Frutos
venía en marcha de la Colonia a incorporarse a una fuerza de 300 portugueses
que cruzaban la campaña, y ésta fue cortada por nosotros. Desatendí todas las
atenciones y me propuse perseguirlo, y el 29 a las once de la mañana lo tomé
con seis oficiales que le acompañaban y 50 y tantos soldados.298
Los patriotas
siguen sin obstáculos su marcha, y después de pasar por Canelones, llegan en la
mañana del 7 de mayo al Cerrito de la Victoria.
-El corto escuadrón desplegóse al galope por
retaguardia de la cabeza en batalla, contestando al unísono a una arenga breve
de su jefe, en tanto el porta elevaba la bandera en la cumbre del pequeño
calvario, sitio de históricas leyendas. 299
Ya se insinuó
antes que el acuerdo entre Rivera y Lavalleja fue un factor decisivo en la
marcha de la
revolución. Comprendiéndolo ellos así, quisieron hacerlo bien
palpable a los orientales y a los brasileños; y el medio de difusión lo
constituyeron los manifiestos que se transcriben.
Para exhortar a las tropas de su mando, Lavalleja y
Rivera les decían: -Amigos: Vuestros Jefes os saludan, llenos del afecto con que siempre
habéis distinguido nuestras personas y animados de vuestro decidido patriotismo,
luego que nos habéis visto unidos para salvar nuestra digna patria os
entregasteis al impulso y sin trepidar un solo momento han volado a seguirnos;
nuestra gratitud será eterna, nueva muestra de vuestra noble confianza;
nosotros afianzaremos hasta llenar vuestras dignas esperanzas y
corresponderemos en un todo a vuestro empeño sagrado. Nosotros confiamos con
vuestra constancia para la consolidación de la grande obra. Sed constantes
orientales, y no separéis de vuestra vista el precioso objeto de la revolución;
es preciso que averigüéis en vuestro seno todas las virtudes que os han hecho
hijos de la grandeza: no manchéis un renombre tan glorioso con una conducta
vil; vuestros Jefes y amigos os suplican y mandan que respetéis al vecindario,
su familia y sus haberes; ellos han prodigado el fruto desunidor, minorando el
alimento de sus hijos para facilitar la empresa; la sangre con que se han
regado los campos que han servido de teatro a nuestras glorias, es la de los
amigos, hermanos y parientes; todo lo han perdido en la empresa y conformados
esperan recibir por nosotros su libertad, su sociego y respetados como propios
ciudadanos de un país libre... —• Arroyo de la Virgen, 5 de mayo de 1825.300
Tratando de estimular en las tropas brasileñas
sentimientos de solidaridad con la causa que los patriotas representaban, era
ésta su exhortación: -Don Fructuoso Rivera y don Juan Antonio
Lavalleja, a quienes muchos de vosotros conocéis, tienen la satisfacción de
saludaros y haceros saber que el Brasil en 1822 descortinó sus miras y aclamó
su independencia. Portugal hacía más de diez años que preveía estas
consecuencias, y para frustrarlas maquinó la injusta invasión de este
territorio en el año 16, pretextando mediar nuestras diferencias...
-Vosotros brasileños conocisteis esto mismo cuando os
resolvisteis en 823 a despedazar el yugo y proclamar vuestra Libertad e
Independencia, pero la maliciosa política de esos tiranos tendió nuevos lazos a
vuestra incauta fe, para haceros volver a vuestra antigua servidumbre y de
acuerdo el hijo con el padre tuvieron la osadía de echar por tierra el soberano
Congreso que habíais instalado, cuya representación entorpecía sus miras
ambiciosas.
Tropas Brasileñas. Jefes, Oficiales superiores,
inferiores y soldados: Nosotros os hablamos con la verdad que nos es
característica; si vosotros sois liberales, ¿por qué queréis desmentir vuestros
principios oponiéndoos a nuestra sagrada libertad? Consentid en, nuestras ideas
y en nosotros y hallaréis hospitalidad y un comercio pacífico que estreche más
y más los vínculos de nuestra perpetua amistad.301
En consonancia con la anterior exhortación, exponían a
los vecinos brasileños: -Don Fructuoso de Rivera y don Juan Antonio
Lavalleja, a quienes los más de vosotros conocéis de bien cerca, os hablan con
toda la pureza de sus sentimientos, para aseguraros que sin embargo del
desarrollo que este país ha hecho a nuestra dirección para proporcionarse su
libertad justa, así como el Brasil ha proclamado la suya, esto era
consiguiente, pero así misino la guerra no es movida contra vuestras personas y
bienes, es solamente contra la fuerza armada que se oponga y quiera privarnos
de nuestros derechos; por esta razón nos apresuramos a haceros sabedores de que
podréis sin cuidado alguno quedar en la Provincia, seguros que en toda forma
seréis respetados y protegidos por el Gobierno y de todos los que dependan de
sus órdenes. La guerra será honrosa y terminará muy en breve, por cuanto
nuestros derechos se reclaman solamente a libertar nuestro país. Los brasileños
serán nuestros amigos toda vez que sin oposición evacúen la Provincia y se
retiren a sus pertenencias. Vecinos brasileños: no despreciéis la oferta que os
hacen vuestros amigos, en que os ofrecen su palabra de honor. 302
Cuando las
tropas levantan su bandera en el Cerrito, Montevideo se dispone a sufrir una
vez más la irritación de Lecor.
Este hombre vulgar, que entonces había perdido hasta
las buenas maneras, -desconfía de todos, arresta a muchos
patriotas, desarma al pueblo y deja tan sólo las armas en manos de portugueses.303
Los sitiadores, en
tanto, en número de 73, van a librar el primer lance con fuerzas de la plaza. Son Oribe,
Manuel Lavalleja y Atanasio Sierra los que dirigen.
El choque obliga a
los imperiales a retirarse con precipitación.
Los reveses excitan la saña de los conquistadores y
comienzan las prisiones y los confinamientos en el bergantín de guerra Pirajá, que anclado en Montevideo, llena cumplidamente los más siniestros
designios de Lecor.
En La Gaceta
Mercantil
del 5 de mayo, se recoge la versión de que las prisiones han sido numerosas en
Montevideo y de haber abandonado la ciudad, entre otros: Juan F. Giró, Juan
Benito Blanco, Lorenzo Pérez, José Cátala, José Alvarez, León Ellauri, Emilio
González, Ramón Massini, José Vidal, Manuel Vidal, Fernando Otorgués, Juan
Pérez, Francisco Solano Antuña.304
Dentro del recinto
de Montevideo fracasa entonces el proyectado movimiento de los pernambucanos: y
las persecuciones continúan, y por todos los medios se trata de intimidar a la
población, hasta llegar los brasileños a reclamar airados, "la
trasplantación de todo hombre que hablase castellano".305
La empresa militar
de los cruzados ha tendido todas sus líneas. Lavalleja se estacionará en el
Pintado; Rivera quedará en el Durazno; Oribe y Calderón en el Cerrito; sobre
las Vacas marchará desde Maldonado Leonardo Olivera; Simón del Pino mantendrá
sus cuarteles en sus pagos de Canelones, y Manuel Durán operará en San José,
mientras otras partidas atenderán los reclamos de la Colonia.
Es la
materialización de la obra estupenda de los cruzados.
-Desbórdase la revolución hasta la frontera de Cerro
Largo, sin quedar más puntos en poder de los brasileños, en la parte meridional
del Río Negro, que Colonia y Montevideo.
Y es tal la sugestión y el arraigo del patriótico
empeño, que según relato de un cronista digno de crédito, 600 hombres de
caballería brasileña que se hallaban en Punta de Carretas cuando los orientales
llegaron al Cerrito, permanecieron en fría expectación frente a las
partidas que coronaban la eminencia, mientras la enseña de los Treinta y Tres
se levantaba como la bandera de la mañana que entonces empezaba a clarear.
Notas:
267 Memorias
citadas. En el mismo sentido, Domingo Ordoñana. Conferencias Sociales y
Económicas.
268 Juan
Spikerman, La primera quincena de los Treinta y Tres.
269 De María
op. cit.
270 De María,
op. cit.
271 Domingo
Ordoñana, op. cit. Tornero era un jefe brasileño que vigilaba la costa del
Uruguay.
272 La
revolución de los Treinta y Tres. Benigno T. Martínez, Revista de la Sociedad Universitaria.
273
Spikerman. op. cit.
274 Domingo
Ordoñana, op. cit.
275 Contra lo
qua Ordañana declara en párrafo antes transcrito, el 20 de abril encontró a los
cruzados "a pie en la espesura del monte talar que los encubría con la
esperanza de poder montar a caballo. A su amparo hicieron la descubierta y no
habiendo novedad divisaron un rancho al cual se dirigió don Manuel Lavalleja
con el baqueano Cheveste, con los frenos en la mano en busca de caballos. En
esa choza de un austríaco, encontraron un caballo atado. Lo toman, montan en él
enancados Lavalleja y al baqueano. Por fin, a eso de las siete de la mañana
divisaron a cierta distancia tres jinetes conduciendo una tropilla de caballos.
Eran los hermanos Manuel y Laureano Ruiz, que con el peón Mariano Buján venían
con caballada". De María, op. cit.
276 Ordoñana,
op. cit.
277 La Gaceta Mercantil,
Nº 457. Biblioteca Nacional, Buenos Aires.
278 El Argos
N.° 150, Biblioteca Nacional, Buenos Aires.
279 Ver
Anales del Ateneo del Uruguay.
280 Esquisses
historiques, politiques et statistiques de Buenos - Ayres, des autres Provinces
Unies du Rio de la Plata.
París, 1826.
281 El
Piloto, Colección del doctor Luis Melián Lafinur
282 Domingo
Ordoñana, op. cit. De María, op. cit.
283 De la
Torre, memoria citada. — Spikermian, op. cit. — Oribe, citado por Berra.
284 Ignacio Núñez, Efemérides, citado por Berra, op. cit.
285
Spikerman. op. cit-
286 De María,
op. cit.
287
Spikerman, op. cit.
288 De María
op. cit.
289 Archivo
General Administrativo. Libro de Actas del Cabildo de Soriano.
290 Archivo
General Administrativo. Libro de actas del Cabildo de Soriano.
291 Carta ds
José J. Muñoz a Lavalleja. Colección Lamas. Archivo y Museo Histórico.
292 Colección
Lamas, Archivo y Museo Histórico.
293
Biblioteca Nacional. Buenos Aires.
294 El Argos,
núm. 146. Biblioteca Nacional, Buenos Aires.
295 Catálogo
de la
Correspondencia Militar del año 1825.
296 Deodoro
de Pascual, op. cit.
297 Deodoro
de Pascual, op. cit.
298 De María,
op. cit.
299 Acevedo
Díaz, Grito de Gloria.
300 Archivo y
M. Histórico, papeles del Juzgado de San José (copia).
301 Archivo y
Museo Histórico (copia).
302 Archivo y
Museo Histórico (papeles del Juzgado Letrado de San José).
303 De la
Sota, manuscrito citado.
304 Núm. 461.
Biblioteca Nacional, Buenos Aires.
305 De la
Sota, manuscrito citado.
Luis Arcos
Ferrand
La Cruzada de
los Treinta y Tres
Biblioteca
Artigas
Colección de
Clásicos Uruguayos - Vol. 151
Ministerio de
Educación y Cultura
Montevideo,
1976