jueves, 26 de marzo de 2015

Romance Sonámbulo - Federico García Lorca

Hace unos años publicaba en Taringa un posteo con un análisis de prosa que sería luego usado en muchos lados de la web.

El gran romance publicado en el Romancero Gitano de Federico García Lorca... +



Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

*

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

*

+Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.

=Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.

+Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?

=Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.

+Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.


*

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.

*

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
+¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña Marga?

=¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!


*

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.


= Padre de la Gitana (Marga)
+ Novio de la gitana


Una simple explicacion de los versos... pero recordemos que en literatura todo es interpretacion.
 
Empieza con cuatro versos que resultan ser el estribillo fundamental, o eje, del poema, y cuyo sentido, sugerente y simbólico, va cambiando a lo largo de la pieza, según suele ocurrir en casos semejantes, pues todos los símbolos son contextuales. En este principio poemático se nos ofrece un mundo en orden: la naturaleza es verde como debe; el barco y el caballo están, igualmente, donde les corresponde. Pero inmediatamente vienen unos versos que niegan tan optimistas afirmaciones: hay una muchacha que sufre. Como un agua que sube y va a terminar cubriéndola por entero, esa mujer tiene ya “la sombra en la cintura”. ¿Quién es esa mujer? El poema calla el dato de momento, aunque se sugiere después: es la novia o amante de quien estaba esperando (junto al caballo de que se habla antes, en el verso cuarto) el contrabando que el barco traía. Vemos ya aquí las ventajas estéticas de la sugerencia: enriquecer el significado (duplicarlo o triplicarlo, etc.) base de la poesía y de todas las artes, que siempre modifican el uso lingüístico para obtener significados plenos (ley primera) surgidos como “responsables” (ley segunda o del asentimiento). Este caballo y ese barco nos significaron, en un instante inicial, “mundo en orden”, y ahora, retroactivamente, “contrabando”. Pero ninguna de las dos cosas se dicen, sólo se sugieren, y, en parte, lo hacen simbólicamente.

La intensidad del poema se logra, justamente, a costa de la disminución del número de lectores que puedan sentir con plenitud el dicho.

La mujer de que se habla, sumida en su dolor no puede atender más que a éste, no puede, pues, mirar a las “cosas” mientras que “las cosas”, al recibir la luz de la luna, parecen como que la mirasen a ella. Por consiguiente, tales realidades no humanas realizan un acto humano, en tanto que la mujer de la que se habla, tan humana,

Un abrazo
no puede hacer lo propio. Por eso, el hecho lo sentimos como injusto y el lector, en consecuencia, experimenta compasión: un significado emocional más que se añade a los arriba indicados.

Describe el poeta una naturaleza temerosa de algo, de modo también sugerente, pues el monte se compara con un “gato garduño”, símil que sólo tiene sentido si pensamos que tal “gato” enarca el lomo al sentir el miedo. La palabra “erizado” (“eriza”, el monte, sus pitas agrias) que viene a continuación confirma la interpretación. Pero ¿qué pasa, qué es lo que produce este miedo que sólo se sugiere del modo dicho, sin ser explícito? Nada parecer anunciar peligro alguno pues todo sigue igual, “ella sigue en su baranda”, etc.

La respuesta, sin figurar ser tal (sugerencia), asoma a continuación, sugerida también. Se trata de dos gitanos, contrabandistas ambos, uno joven, el novio de la gitana, herido de muerte en los puertos de Cabra, y otro viejo, su suegro, que dialogan como en los romances tradicionales lo hacen sus protagonistas. Ambos, el joven y el viejo, sujetos de la tragedia, son los agentes de ese simbólico pavor que la naturaleza (el monte como gato garduño enarcado) experimentaba. El lector ha de suponer que el herido joven es el novio de la muchacha angustiada del comienzo: tampoco se anuncia esto. Más adelante, la sugerencia se confirma. Leemos allí: “Compadre, ¿dónde está, dime,/ dónde está tu niña Marga?/ ¡Cuántas veces te esperó, / cuántas veces te esperaba, / cara fresca, negro pelo, / en esta verde baranda!”.


El color verde de la cara y del pelo de la muchacha en la primera estrofa del romance simboliza la angustia de esa chica abandonada por su novio. Cuando ésta tenía esperanza y seguridad en su amor, la cara era “fresca” y el pelo, “negro”.

El diálogo de los gitanos está lleno de altísima poesía. Es el momento supremo de la composición. El herido quiere morir con dignidad en una habitación, y no en la calle, vilmente desangrado.


Los dos personajes suben a las barandas buscando a la novia del herido, pero ésta ya no está allí, se ha suicidado en el agua del aljibe al creerse abandonada, y ello ha ocurrido hace poco, pues el agua aún se mueve (“se mecía la gitana”). La naturaleza respeta a la pobre muchacha: “Un carámbano de luna la sostiene sobre el agua”, como dignificando a la muerta. Y a causa de esa dignificación, “la noche se puso íntima / como una pequeña plaza” (maravillosos versos llenos de misericordiosa ternura).

En cambio, los guardias civiles no tienen respeto alguno: “guardias civiles borrachos en la puerta golpeaban”. Y el poema termina con un sarcasmo. Vuelven los cuatro primeros versos de la composición en forma de ritornelo, pero ahora tienen un sentido muy diferente al que tenían en aquel arranque de la pieza: un sentido sarcástico, en efecto. El orden del mundo era sólo aparente. Era un orden que encubría y disimulaba hipócritamente la injusticia y el dolor. Lorca, igual que sus insignes compañeros de la generación del 27 española, siempre estuvo de lado de los reprimidos y marginadosla protesta frente a la sociedad represiva y ve en los supuestos agentes del orden el principio mismo del caos y frente al otro instinto frustrado del hombre: el deseo de inmortalidad que la condición mortal del ser humano imposibilita.



Algunas imagenes del borrador original.






No hay comentarios: