sábado, 17 de octubre de 2015

EL 17 DE OCTUBRE DE 1945 FUE EL PUNTO CULMINE DE LAS RESISTENCIAS POPULARES NACIDAS EN EL SIGLO XIX

Para comprender la dimensión histórica del extraordinario proceso político-social que derivó en el 17 de octubre de 1945



Perón es un conductor de características únicas que le hablaba al pueblo en su mismo idioma, y ponía el cuerpo junto a los obreros
NAC&POP
15/10/2015
Para comprender la dimensión histórica del extraordinario proceso político-social que derivó en la imponente movilización del 17 de octubre de 1945, protagonizada por dos millones de obreros procedentes de distintas barriadas populares, desde la industrial Avellaneda hasta los más recónditos pueblos de la Argentina profunda, es preciso remontarse a las distintas experiencias colectivas que nuestro pueblo en ciernes comenzó a protagonizar desde las heroicas resistencias de 1806 y 1807, cuando organizados en milicias vencieron a las tropas de la mayor potencia mundial de ese momento: Inglaterra; acciones victoriosas que se transformaron en ensayos triunfales para finalizar con el despotismo monárquico español, y proclamar el primer gobierno patrio el 25 de mayo de 1810.
A partir de allí, superada la tutela que imponían los reyes de España en estas tierras, dos proyectos de país comenzaron a enfrentarse (hasta nuestros días): el representado por los sectores minoritarios de la sociedad, que para mantener sus privilegios económicos en ese momento, propugnaban por seguir bajo la tutela de la corona española; y el de los patriotas, cuya base social conformada por las mayorías, tenían como objetivo político la emancipación americana con la consecuente puesta en marcha de una economía independiente de las potencias centrales, que abarcara el extenso territorio de los antiguos virreinatos: la Patria Grande.
San Martín y su plan continental para la liberación de América
En este marco, distintos líderes populares como “Andresito” Guacurarí y Artigas, Juana Azurduy, Manuel Belgrano, Bernardo de Monteagudo, José Gervasio Artigas, Manuel Dorrego, Miguel de Güemes y hasta Martina Chapanay (la vengadora del asesinado general popular riojano “Chacho” Peñaloza), entre tantos otros, encontraron su rumbo en el liderazgo de José de San Martín, cuyo plan continental para la liberación de América se consagró como el primer tramo de un proyecto popular que propiciaba entre otros aspectos la consagración de una monarquía incaica que garantizara la devolución del poder americano a los dueños originarios y legítimos del mismo: los indios americanos y la cultura más importante producida en Suramérica hasta el presente: los Incas, objetivo que además echaba por tierra las aspiraciones de los sectores prohispánicos y la de los liberales probritánicos.
Este proyecto encontró una fuerte resistencia por parte de las oligarquías de nuestra región, en particular la de Buenos Aires, que luego de algunos años lograron doblegar en una primera etapa a los ejércitos y milicias populares libertarias, y consagraron a Bernardino Rivadavia como primer jefe de Estado de las Provincias Unidas del Río de la Plata entre 1826 y 1827.
El mismo, que ejerciendo el cargo de Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires durante el gobierno del general Martín Rodríguez, dio inicio a la historia de dependencia económico-política nacional, con el primer empréstito contraído con la compañía financiera británica Baring Brothers en 1824, por un millón de libras esterlinas, de las cuales sólo llegaron al país -descontados las comisiones y varias cuotas adelantadas del préstamo-, 570.000 libras: 65.000 en efectivo y el resto en letras de cambio sobre casas comerciales británicas en Buenos Aires propiedad de los gestores de este préstamo, que fue impuesto como parte de la estrategia geopolítica de dominación de Gran Bretaña, para condicionar económicamente e impedir el crecimiento de nuestro país como Nación independiente.
Este primer gran robo de los sectores económicos privilegiados criollos, recién se terminó de pagar en el año 1904, con un costo para el Estado nacional que multiplicó por nueve aquel antiguo empréstito.
Juan Manuel de Rosas y la conquista de la soberanía política
En este marco, y luego del fusilamiento del entonces gobernador de la provincia de Buenos Aires, Manuel Dorrego en 1828, líder federal que encabezó el primer gobierno nacional y popular, a manos del general unitario Juan Lavalle –dando inicio al primer golpe de Estado llevado a cabo en nuestra historia nacional-, aparece en escena el segundo tramo de un proyecto popular, reivindicador de la soberanía política y la independencia económica: el encabezado por el general brigadier Juan Manuel de Rosas, que luego de derrotar al asesino de Dorrego, asume la gobernación de la provincia de Buenos Aires en 1829.
Desde entonces, los gobiernos encabezados por Rosas van a contar con el apoyo de los sectores humildes del campo y la ciudad, como así también de la numerosa población afroamericana que por esos años vivía en los barrios populares de Buenos Aires, como así también de sectores indígenas, como el de la Nación Pampa, liderada por el cacique Juan Catriel, quien durante las celebraciones ocurridas en ocasión del comienzo del segundo gobierno de Rosas, no dudó en afirmar desde Tapalqué: “Juan Manuel es mi amigo, nunca me ha engañado.
Yo y todos mis indios moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel no viviríamos como vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos.”
La firme decisión del gobierno de Rosas ante la usura impuesta por los intereses británicos en línea con los sectores oligárquicos de Buenos Aires, a través del empréstito contraído con la compañía financiera británica Baring Brothers, tuvo su epicentro durante el discurso inaugural de las sesiones de la Legislatura en 1835, cuando afirmó: “El gobierno nunca olvida el pago de la deuda extranjera, pero es manifiesto que al presente nada se puede hacer por ella, y espera el tiempo del arreglo de la deuda interior del país para hacerle seguir la misma suerte bien entendido que cualquier medida que se tome tendrá por base el honor, la buena fe y la verdad de las cosas”.
El máximo ejemplo de acción soberana llevada a cabo por el Restaurador, fue la gesta patriótica de “Vuelta de Obligado” en1845, acción que le valió el reconocimiento del general José de San Martín y el obsequio de su sable corvo con el que condujo tantas batallas en suelo americano, acompañado por un memorable texto de la siguiente clausula de su testamento:
“El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sur le será entregado al General de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla.”
Al igual que el golpe de Estado llevado a cabo contra el gobierno popular de Manuel Dorrego; el 3 de febrero de 1852, Rosas es vencido en la batalla de Caseros, dirigida militarmente por el caudillo entrerriano Justo José de Urquiza, y quien en un acto de primera traición a los intereses de la Federación (la máxima de sus deslealtades las llevará a cabo durante la “Guerra Grande” o “Guerra del Paraguay”), se alió con los sectores liberales-unitarios porteños, el Imperio del Brasil y la embajada británica en Buenos Aires que la condujeron políticamente, para poder derrotar a un gobierno defensor de los intereses nacionales y someter a un impasse que durará décadas toda acción que represente a los intereses populares en los distintos gobiernos que se fueron sucediendo desde entonces y hasta entrado el siglo XX.
Juan Domingo Perón y la irrupción de la justicia social
La derrota de estos grandes proyectos populares y nacionales del siglo XIX, harán retroceder las conquistas colectivas obtenidas hasta 1852, a pesar de la resistencia mantenida por los distintos caudillos federales en toda la Argentina, hasta la constitución de los movimientos obreros, en sus inicios de inspiración anarquista y marxista, y sus luchas que terminarán por conseguir algunos derechos, entre el que se destaca el sufragio universal, secreto y obligatorio, que propiciará el primer ensayo de un gobierno popular en el Siglo XX: las dos presidencias legitimadas por los sufragios del caudillo radical Hipólito Yrigoyen.
Luego del golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930, los sectores mayoritarios del país, que desde la derrota militar y política de 1852 se encontraban invisibilizados por los distintos gobiernos de la oligarquía agropecuaria y sus bufones escribas de la “Historia oficial”, transitarán casi una década y media de silenciosa resistencia para finalmente resignificar aquel legado histórico nacido de las primeras organizaciones colectivas en 1806, y que posteriormente fueron organizados por los generales San Martín y Rosas.
De esta manera aparece en escena el tercer tramo de un proyecto popular y nacional, con el por entonces incipiente liderazgo de un Coronel del Ejército Argentino, que ostentaba el cargo de Secretario de Trabajo y Previsión Social: Juan Domingo Perón.
Perón es un conductor de características únicas que le hablaba al pueblo en su mismo idioma, y ponía el cuerpo junto a los obreros decepcionados de un socialismo ajeno a la realidad nacional, de un radicalismo en plena descomposición después de la muerte de su gran caudillo Yrigoyen, y de un comunismo cuyas consignas nunca se relacionaron con las demandas nacionales y populares, para comenzar la conquista definitiva de derechos postergados y la creación de estatutos a favor de los gremios y convenios colectivos beneficiosos para los trabajadores.
De esta manera, a partir del año 1943, Perón comenzó un proceso de construcción que conformó uno de los movimientos sociales y políticos más importantes de la historia contemporánea: el Justicialismo (único movimiento de masas que continúa vigente -y revitalizado en la actualidad- a nivel mundial) que impulsó transformaciones que marcaron huellas profundas en nuestra sociedad.
La clase trabajadora constituyó el eje principal de sustentación de ese nuevo y vasto movimiento que modificó las condiciones sociales, políticas y económicas del país, siempre en línea con las experiencias de liberación nacional, independencia económica y soberanía política, que comenzaron a gestarse en nuestro país casi un siglo y medio antes, y que tuvieron finalmente su consolidación hegemónica a favor de las grandes mayorías populares a partir del 17 de octubre de 1945, cuando Juan Domingo Perón, siendo las 20:30hs, se dirigió a la masa desde uno de los balcones de Casa Rosada, y dijo, entre otras cosas: “interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la patria.”

lunes, 27 de julio de 2015

El Regreso del Sable Corvo de San Martín

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Restaurar es llevar las cosas a su estado original. Reproducirlas, serles fiel, es también un modo de honrarlas. A días de un nuevo aniversario de la gesta patria del 25 de Mayo de 1810, esas dos tareas, caras a los historiadores y a los artistas, se manifestarán en dos hechos coincidentes, con un único fin, el de rendir homenaje a una reliquia de los argentinos: el legendario sable corvo del General José de San Martin.
Por un lado, la pieza será reintegrada el próximo sábado 23 al acervo del Museo Histórico Nacional, donde estuvo desde fines del siglo XIX hasta 1967, cuando el dictador Juan Carlos Onganía decidió instalarlo en el Regimiento de Granaderos a Caballo.
Por el otro, la épica del sable del Libertador volverá a relucir de la mano de un orfebre, nada menos que Juan Carlos Pallarols, convocado para realizar un calco del arma, en vísperas de las celebraciones de Mayo.
"Calco y no réplica –advierte el renombrado artesano–, porque será milímetro a milímetro fiel reproducción del original, con las mismas huellas y marcas que acumuló en el fragor de las batallas el sable corvo de San Martín. Para mí, un orgullo estar al frente de este trabajo", dijo a Télam el renombrado artesano, hacedor también de los bastones presidenciales desde el retorno de la democracia y de magníficas obras en metales preciosos para papas, reyes y princesas.
El punto destacado de la semana conmemorativa, en la que habrá muchos eventos destinados a la celebración de otro aniversario de la Revolución de 1810, se desarrollará durante el mediodía del día 23, cuando un desfile patrio acompañe el traslado del sable sanmartiniano desde el Regimiento de Palermo hasta el Museo Histórico Nacional, en Parque Lezama, donde reposará en una sala especialmente diseñada para su exhibición.
"Después de mi trabajo habrá, entonces, el sable original y un calco, que llegado el caso de una desgracia, queda como testimonio. No es la réplica común que le dan a los generales. Esto tiene el mismo material, con cuero labrado: se hizo una matriz para estampar y se consiguieron todos los materiales originales. El resto se hace en cobre, que finalmente va con una terminación de oro. Hasta copiamos el gastado", explica Pallarols.
Así, el sable de origen árabe que San Martín compró a un anticuario de Londres antes de iniciar su campaña militar en la América del Sur, y que legó a Juan Manuel de Rosas, volverá a la vida. Orgulloso por la convocatoria, Pallarols asegura: "Pocas veces en la vida sentí la emoción y el orgullo de esta vez. No hace mucho que me lo pidieron y tampoco estoy demasiado al tanto de lo que ocurrirá ese día en el desfile. Llevo, desde hace casi un mes, 18 horas diarias de trabajo. Lo voy a dejar en un cofre cerrado y quedará con custodia, seguramente. Mi responsabilidad termina cuando termino la obra, pero debo reconocer que lo he disfrutado y lo he llorado, al igual que a mis compañeros de trabajo."
Al ser tan liviana, el arma –que de la punta hasta el extremo de la empuñadura tiene 99 centímetros– "era muy apropiada para los combates cuerpo a cuerpo, y por su curvatura, la hoja era agresiva en toda su extensión", dice el maestro, que trabaja a destajo con un equipo de ocho artesanos en su taller del barrio de San Telmo, para que la pieza esté lista el 23.
Dice que cuando llegó el sable original a su taller, sintió, al tocarlo, "la carga emotiva de la pieza", y al tomarlo en sus manos con unos guantes blancos que le proporcionó la custodia, no pudo refrenar "las imágenes de batallas y trifulcas, el galope y tropezones, la furia del caballo".
El emblemático sable corvo llegó a su taller de Defensa al 900 en un vehículo de la Gendarmería. "El celo con que fue cuidado es increíble. Lo llevaban y lo traían cada día, pero una noche que no pude desmontar la pieza, un granadero debió quedarse en mi taller", cuenta el orfebre. Tres días estuvo allí el sable cuyo dueño liberó a medio continente, el mismo que Manuelita Rosas legó al Museo Histórico, adonde llegó desde Inglaterra en marzo de 1897, que en los años '60 fue dos veces robado por militantes de la Juventud Peronista, y que por decreto de un gobierno de facto, fue trasladado el 21 de noviembre de 1967 al Regimiento de Granaderos, donde hoy reposa protegido por un templete inviolable.
El próximo aniversario de la Patria lo encontrará en otro lugar, el de antes, también custodiado por granaderos, para que lo admiren todos.

lunes, 1 de junio de 2015

1º de junio de 1970 Comunicado Nº 4 al Pueblo de la Nación

General Juan Jose Valle
    El general Juan Jose Valle y los compañeros fusilados de Jose Leon Suarez, Campo de Mayo y la carcel de Las Heras han sido vengados.¡PERON O MUERTE! ¡VIVA LA PATRIA!
    La conducción de los MONTONEROS comunica que hoy, a las 7,00 horas fue ejecutado Pedro Eugenio Aramburu. Que Dios Nuestro Señor se apiade de su alma. 
¡PERON O MUERTE! ¡VIVA LA PATRIA! MONTONEROS CÓMO MURIÓ ARAMBURU 
                         
Por Mario Firmenich y Norma Arrostito La causa peronista, 1974 Era la una y media de la tarde del 29 de mayo de 1970.


Las radios de todo el país Interrumpieron su programación para dar cuenta de una noticia que poco después conmovería al país. "Habría sido secuestrado el Teniente General Pedro Eugenio Aramburu". Era la una y media de la tarde. Esquivando puestos policiales y evitando caminos transitados, una pick up Gladiator avanzaba desde hacia cuatro horas rumbo a Timote. En la caja, escondido tras una carga de fardos de pasto, viajaba el "fusilador" de Valle escoltado por dos jóvenes peronistas. Lo habían ido a buscar a su propia casa. Lo habían sacado a pleno día, en pleno centro de la Capital y lo habían detenido en nombre del pueblo. Uno de los jóvenes peronistas tenía a mano un cuchillo de combate, ante cualquier eventualidad, ante la posibilidad de una trampa policial, ante la certeza de no poder escapar de un cerco o una pinza, iba a eliminar al jefe de la Libertadora. Aunque después cayeran todos. Así se había decidido desde el principio. El "fusilador" tenía que pagar sus culpas a la justicia del pueblo. Era el 29 de mayo de 1970. El día en que el Onganiato
Pedro Eugenio Aramburo (1956)
festejaba por última vez el Día del Ejército. El día en que el pueblo festejaba el primer aniversario del Cordobazo. Habían nacido los Montoneros. El "Aramburazo", como lo bautizó el pueblo, que jamás tuvo dudas respecto de los autores del operativo, fue el lanzamiento público de una organización político militar que habría de transformarse, en poco tiempo en ejemplo y bandera del peronismo, en la máxima expresión de la lucha del pueblo contra el imperialismo y todos sus aliados y sirvientes nativos. En este primer operativo firmado, llevado a cabo por un grupo de combatientes muy jóvenes, en absoluta precariedad de medios y contra un enemigo que, entonces, parecía todopoderoso. Montoneros definió su proyecto y mostró un camino. El "Aramburazo" logró, en ese sentido, la mayoría de sus objetivos. El primer objetivo del "Operativo Pindapoy", como lo bautizaron en un principio los Montoneros era el lanzamiento público de la Organización, se cumplió con éxito. En cuestión de horas, días cuanto más, todos los argentinos supieron que las luchas peronistas, las de la Resistencia; las del Plan de Lucha, la de los Uturuncos y toda las expresiones combativas del peronismo, se habían sintetizado en un grupo de jóvenes dispuestos a triunfar o morir por su pueblo. Esto lo supieron los gorilas de quince años atrás y los gorilas de entonces. Y lo supo también la clase trabajadora, la que siempre había creado nuevas formas de lucha contra cada nueva estrategia imperialista, la que había dado su ejemplo a estos Montoneros que ahora avanzaban un paso más en la guerra: tomaban las armas hasta sus últimas consecuencias. El segundo objetivo era ejercer la justicia revolucionaria contra el más inteligente de los cabecillas de la Libertadora. Porque si Rojas fue la figura más acabada del gorilismo, Pedro Eugenio Aramburu fue, en cambio, su cerebro y artífice. En Aramburu, el pueblo había sintetizado al antipueblo. El vasco era responsable directo de los bombardeos a la Plaza de Mayo, de las persecuciones y las torturas. Aramburu era culpable directo, además, del fusilamiento de 27 patriotas durante la represión brutal de Junio del 56. Sobre él ejerció Montoneros la justicia
Mario Firmenich (1974)
de ese pueblo. Por primera vez el pueblo podía sentar a un cipayo en el banquillo y juzgarlo y condenarlo. Eso hizo Montoneros en Timote: mostró al pueblo que, más allá de las trampas, las argucias legales y los códigos para reprimir a los trabajadores, había un camino hacia la Verdadera Justicia, la que nace de la voluntad de un pueblo. Aramburu fue, además, culpable de un delito que a los peronistas los había herido e indignado como pocas veces se indignó este pueblo. Aramburu había sido el artífice del robo y desaparición del cadáver de la compañera Evita. El pueblo lo sabía. Por esa intuición que lo caracteriza, el pueblo sabía, sin tener que preguntarle a nadie, que Aramburu era culpable de ese robo y de la mutilación del cuerpo de la Abanderada de los Trabajadores. Su recuperación, uno de los objetivos fundamentales del Aramburazo, no se pudo lograr. La negativa del "fusilador" a confesar, amparándose en un pacto "de honor" con otros gorilas, impidió que Montoneros supiera exactamente el paradero del cuerpo. El último objetivo del Aramburazo se inscribía en la situación política que vivía el país en aquel momento. Aramburu conspiraba contra Onganía. Pero el proyecto de Aramburu para reemplazar el régimen corporativista de Onganía era políticamente más peligroso. Aramburu se proponía lo que luego se llamó el Gran Acuerdo Nacional, la integración del peronismo al sistema liberal a través de "peronistas" de la calaña de Paladino, Coria y todos los burócratas y participacionistas. Aramburu, que fragoteaba con varios generales en actividad, había superado hacía mucho la torpeza gorila del 55 en materia política. En 1970 era un agente hábil del Imperialismo, un hombre que intenta vaciar al peronismo de contenido popular, en una maniobra eleccionaria de trampa. Usar al "peronismo de corbata" y a los traidores que aparecían como dirigentes para aniquilar al Movimiento, para aislar definitivamente al General de los peronistas. No le hubiera resultado muy difícil "engrupir a la gilada", ofreciendo el olvido de viejos rencores, el mea culpa por los muertos, la negociación de los restos de Evita. En fin, todo lo que intentó Lanusse tres años después y que desbarató el pueblo. Pero en un momento en que las fuerzas del peronismo estaban lejos de ser óptimas. Y este objetivo también lo logró Montoneros. La dictadura tuvo que esperar dos años para intentar la trampa. Para entonces aquel reducido grupo era una organización poderosa. Y sus cantos de guerra ya no eran las lagrimas de algún viejo peronista emocionado por el acto de justicia histórica de "los muchachos de la guerrilla" ahora la voz de las multitudes que enfrentaban al régimen en todos los frentes de batalla con las banderas de todos los jóvenes que, un 29 de mayo, se largaron al todo o nada para enseñarle al imperialismo como contraataca y cómo golpea el pueblo a medida que se va organizando en la lucha. MARIO: El ajusticiamiento de Aramburu era un viejo sueño nuestro. Concebimos la operación a comienzos de 1969. Había de por medio un principio de justicia popular-una reparación por los asesinatos de junio del 56-, pero además queríamos recuperar el cadáver de Evita, que Aramburu había hecho desaparecer. Pero hubo que dejar transcurrir el tiempo, porque aún no teníamos formado el grupo operativo. Entre tanto, trabajábamos en silencio: le ejecución de Aramburu debía significar precisamente la aparición pública de le organización. A fines del 69 pensamos que ya ere posible encarar el operativo.
Norma Arrostito "La Gaby"
A los móviles iniciales, se había sumado en el transcurso de ese año le conspiración golpista que encabezaba Aramburu para dar una solución de recambio al régimen militar, debilitado tras el cordobazo. Por la Importancia política del hecho, por el significado que atribuíamos a nuestra propia aparición, fuimos a la operación con el criterio de todo o nada. El grupo Inicial de Montoneros se juega e cara o ceca en ese hecho. ARROSTITO: Toda la "organización" éramos doce personas, entre los de Buenos Aires y los de Córdoba. En el operativo jugamos diez. Lo empezamos a fichar a comienzos del 70, sin mayor información. Para sacar direcciones, nombres, fotos, fuimos a las colecciones de los diarios, principalmente de La Prensa. En una revista, Fernando encontró fotos interiores del departamento de la calle Montevideo. Eso nos dio una idea de cómo podían ser las cosas adentro. MARIO: Pero dedicamos el máximo esfuerzo al fichaje externo. El edificio donde él vivía está frente al colegio Champagnat, y averiguamos que en el primer piso - de ese colegio - había una sala de lectura o una biblioteca. Entonces nos colamos y fuimos a leer ahí. El que inauguró el método fue Fernando, que era bastante desfachatado. Más que leer, mirábamos por la ventana. Nos quedábamos por periodos cortos, media hora, una hora. Nunca nadie nos preguntó nada. ARROSTITO: Allí lo vimos por primera vez, de cerca. Solía salir alrededor de las once de la mañana, a veces antes, a veces después, a veces no salía. Lo vimos tres veces desde el Champagnat. Después fichamos desde la esquina de Santa Fe, en forma rotativa. Llegamos a hacer relevos cada cinco minutos. Teníamos que hacer así porque en esa esquina había un cabo de consigna, uno rubio, gordito, y no queríamos llamar la atención. MARIO: A medida que chequeábamos, fuimos variando el modelo operativo. La primera idea había sido levantarlo por la calle cuando salía a caminar. Pensábamos llevar uno de esos autos con cortina en la luneta y tapar las ventanillas con un traje a cada lado. Le dimos muchas vueltas a la idea hasta que la descartamos y resolvimos entrar y sacarlo directamente del octavo piso. Para eso hacía falla una buena "llave". La mejor excusa era presentarse como oficiales del Ejército. El Gordo Maza y otro compañero habían sido liceístas, conocían el comportamiento de los militares. Al Gordo Maza incluso le gustaba, era bastante milico, y le empezó a enseñar a Fernando los movimientos y las órdenes. Ensayaban juntos. ARROSTITO: Compraron parte de la ropa en la casa Isola, una sastrería militar en la Avenida de Mayo, al lado de Casa Muñoz. Fernando Abal tenía 23 años, Ramus y Firmenich 22, Capuano Martínez, 21. Cortándose el pelo pasaban por colimbas. Así que allí compramos las insignias, las gorras, los pantalones, las medias, las corbatas. Para comprar algunas cosas, hasta se hicieron pasar por boy-scout. Un oficial retirado peronista donó su uniforme: simpatizaba con nosotros, aunque no sabia para qué lo íbamos a usar. El problema es que a Fernando le quedaba enorme. Tuve que hacer de costurera, amoldárselo al cuerpo. La gorra la tiramos -era un gorrón - le bailaba en la cabeza pero usamos la chaquetilla y las insignias. ¿COMO ENTRAR? MARIO: Una cosa que nos llamó la atención es que Aramburu no tenía custodia, por lo menos afuera. Después se dijo que el ministro Imaz se la había retirado pocos días antes del secuestro, pero no es cierto. En los cinco meses que estuvimos chequeando, no vimos custodia exterior ni ronda de patrulleros. Solamente el portero tenía pinta de cana, un morocho corpulento. A alguien se le ocurrió: Si no tenía custodia, ¿Por qué no íbamos a ofrecérsela? Era absurdo, pero esa fue la excusa que usamos. El terreno. Justo en esos días que la operación iba tomando forma, a alguien se le ocurre arreglar la calle Montevideo, una de esas reparaciones de luz o de gas que siempre están haciendo; vaya a saber. Lo cierto es que rompieron medía calle, justo del lado de su casa y nosotros teníamos que poner la contención ahí. Era un problema. Pensamos cortar la calle con uno de esos letreros que dicen "En reparación", "Hombres trabajando". Pero lo descartamos. Después nos fijamos que el garaje del Champagnat daba justo frente a la puerta del edificio y que en dirección a Charcas había otro garaje, y que ahí el pavimento no estaba roto. Entonces la contención iba a estar ahí: un coche sobre la vereda del Champagnat, el otro en el garaje. LA HORA SEÑALADA La planificación final la hicimos en la casa de
Fernando Abal Medina
Munro donde vivíamos Capuano, Martínez y yo. Allí pintamos con aerosol la pick-up Chevrolet que iba a servir de contención. La pintamos con guantes, hacíamos todo con guantes, para no dejar impresiones digitales. No sabíamos mucho sobre el asunto pero por las dudas no dejábamos huellas ni en los vasos y en las prácticas, llegamos a limpiar munición por munición con un trapo. ARROSTITO: La casa operativa era la que alquilábamos Fernando y yo, en Bucarelli y Ballivián, Villa Urquiza. Allí teníamos un laboratorio fotográfico. La noche del 28 de mayo, Fernando lo llamó a Aramburu por teléfono, con un pretexto cualquiera. Aramburu lo trató bastante mal, le dijo que se dejara de molestar o algo así. Pero ya sabíamos que estaba en su casa. Dentro de Parque Chas dejamos estacionados esa noche los dos autos operativos: la pick-up Chevrolet y un Peugeot 404 blanco; y tres coches más que se iban a necesitar: una Renoleta 4L blanca mía, un taxi Ford Falcon que estaba a nombre de Firmenich, y una pick-up Gladiator 380, a nombre de la madre de Ramus. La mañana del 29 salimos de casa. Dos compañeros se encargaron de llevar los coches de recambio a los puntos convenidos. La Renoleta quedó en Pampa y Figueroa Alcorta, con un compañero adentro. El taxi y la Gladiator cerca de Aeroparque, en una cortada, el taxi cerrado con llave y un compañero dentro de la Gladiator. En el Peugeot 404 subieron Capuano Martínez, que iba de chofer, con otro compañero, los dos de civil pero con el pelo bien cortito y detrás, Maza con uniforme de capitán y Fernando Abal, como teniente primero. MARIO: Ramus manejaba la pick-up Chevrolet y la "flaca" (Norma) lo acompañaba en el asiento de adelante. Detrás iba un compañero disfrazado de cura, y yo con uniforme de cabo de la policía. ARROSTITO: Yo llevaba una peluca rubia con claritos y andaba bien vestida y un poco pintarrajeada. El Peugeot iba adelante por Santa Fe. Dobló en Montevideo, entró en el garaje. Capuano se quedó al volante y los otros tres bajaron. Le pidieron permiso al encargado para estacionar un ratito. Cuando vio los uniformes, dijo que si enseguida. Salieron caminando a la calle y entraron en Montevideo 1053. Nosotros veníamos detrás con la pick-up. En la esquina de Santa Fe bajé yo y fui caminando hasta la puerta misma del departamento. Me paré allí. Tenía una pistola. MARIO: Nosotros seguimos hasta la puerta del Champagnat y estacionamos sobre la vereda. "El cura" y yo nos bajamos. Dejé la puerta abierta con la metralleta sobre el asiento, al alcance de la mano. Había otra en la caja al alcance del otro compañero. También llevábamos granadas. Ese día no vi al cana de la esquina. Mi preocupación era que hacer si me aparecía ya que era "mi superior", tenía un grado mas que yo. Pasaron dos cosas divertidas. Se arrimó un Fiat 600 y el chofer me pidió permiso para estacionar. Le dije que no. Quiso discutir: ¿Y porque la pick-up sí?" Le dije "Circule!". Se fueron puteando. En eso pasó un celular, le hice la venia al chofer y el tipo me contestó con la venia. De golpe lo increíble. Habíamos ido allí dispuestos a dejar el pellejo, pero no: era Aramburu el que salía por la puerta de Montevideo y el gordo Maza lo llevaba con un brazo por encima del hombro, como palmeándolo, y Fernando lo tomaba del otro brazo. Caminaban apaciblemente. ADENTRO (FERNANDO, EMILIO) Un compañero quedo en el séptimo, con la puerta del ascensor abierta, en función de apoyo. Fernando y el Gordo subieron un piso más. Tocaron el timbre, rígidos en su apostura militar. Fernando un poco más rígido por la "metra" que llevaba bajo el pilotín verde oliva. Los atendió la mujer del General. No le infundieron dudas: eran oficiales del Ejército. Los invitó a pasar, les ofreció café mientras esperaban que Aramburu terminara de bañarse. Al fin apareció sonriente impecablemente vestido. Tomó café con ellos mientras escuchaba complacido el ofrecimiento de custodia que le hacían esos jóvenes militares A Maza le descubrió enseguida el acento: "Usted es cordobés". "Si, mi general". Las cortesías siguieron un par de minutos mientras el café se enfriaba, y el tiempo también y los dos muchachos agrandados se paraban y desenfierraban, y la voz cortante de Fernando dijo: "Mi General, usted viene con nosotros". Así. Sin mayores explicaciones. A las nueve de la mañana. ¿Si se resistía? Lo matábamos. Ese era el plan, aunque no quedara ninguno de nosotros vivos. AFUERA MARIO: Pero no, ahí estaba, caminando apaciblemente entre el Gordo Maza que le pasaba el brazo por el hombro, y Fernando lo empujaba levemente con la metra bajo el pilotín. Seguramente no entendía por nada. Debió creer que alguien se adelantaba al golpe que había planeado, porque todavía no dudaba que sus captores eran militares. Su mujer había salido. De eso me entere después, porque no recuerdo haberla visto. Subieron al Peugeot y arrancaron hacia Charcas, dieron la vuelta por Rodríguez Peña hacia el Bajo, y nosotros detrás. EL VIAJE Cerca de la Facultad de Derecho detuvieron el Peugeot y trasbordaron a la camioneta nuestra. Capuano, la Flaca y otro compañero subieron adelante, Fernando y Maza con Aramburu, atrás. Allí se encontró por primera vez con "el cura" y conmigo. Debió parecerle esotérico: un cura y un policía; y el cura que en su presencia empezaba a cambiarse de ropa. Se sentó en la rueda de auxilio. No decía nada, tal vez porque no entendía nada. Le tomé la muñeca con fuerza y la sentí floja, entregada. Maza, "el cura", la Flaca y otro compañero se bajaron en Pampa y Figueroa Alcorta, llevándose los bolsos con los uniformes y parte de los fierros. Fueron a la casa de un compañero a redactar el Comunicado número 1. Quedaron Ramus y Capuano adelante, Aramburu, Fernando y yo atrás, Seguimos hasta el punto donde estaban los otros dos coches. Bajamos, Capuano subió al taxi, y nosotros nos dirigimos a la otra pick- up, la G¡adiator, donde había un compañero. La Gladiator tenía un toldo y la parte de atrás estaba camuflada con fardos de pasto. Retirando un fardo, quedaba una puertita. Por allí entraron Fernando y el otro compañero con Aramburu. Adelante Ramus que era el dueño legal de la Gladiator y yo, siempre vestido de policía. Durante más de un mes habíamos estudiado la ruta directa a Timote, sin pasar por ningún puesto policial y por ninguna ciudad importante. Delante iba el taxi conducido por Capuano, abriendo punta. Un par de walkie-talkies aseguraba la comunicación entre él y nosotros. Otro par entre la cabina de la Gladiator y la caja. En toda mi vida operativa no recuerdo una vía de escape más sencilla que esta. Fue un paseo. El único punto que nos preocupaba era la Gral. Paz, pero la pasamos sin problemas: no estaba tan controlada como ahora. Salimos por Gaona, a partir de ahí empezamos a tomar caminos de tierra dentro de la ruta que habíamos diseñado. El Río Lujan lo cruzamos por un viejo puente de madera, entre Lujan y Pilar por donde no pasa nadie. Si la alarma se hubiera dado enseguida, creo que igual nos hubiéramos escapado, porque la ruta era perfecta. Tardamos ocho horas en hacer un camino que puede hacerse en cuatro, pero no entramos en ningún poblado ni nos detuvimos a comer o cargar nafta. Para eso estaba el taxi, legal, que traía las provisiones. Aramburu no habló en todo el viaje salvo cuando los compañeros tuvieron que buscar el bidón en la oscuridad. "Aquí está", dijo. A la una de la tarde la radio empezó a hablar del presunto secuestro. Ya estábamos a mitad de camino. Serían las cinco y media o las seis cuando llegamos a La CELMA, un casco de estancia que pertenecía a la familia de RAMUS. El taxi se volvió a Buenos Aires y nosotros entramos. La primera tarea de RAMUS fue distraer la atención de su capataz, el vasco Acébal. Esto no fue fácil porque la casa de Acébal y el casco de la estancia estaban casi pegados y Ramus tuvo que arrinconar al vasco a un costado de la entrada hablándole de cualquier cosa, mientras Fernando y el otro compañero metían a Aramburu en la casa de los Ramus. Ese compañero estaba tan boleado que bajó con la metra en la mano. Pero Acébal no sintió nada y los únicos que aparecimos frente a él fuimos Ramus y yo, que me había cambiado el uniforme de policía. EMPIEZA EL JUICIO Metimos a Aramburu en un dormitorio, y ahí mismo esa noche le iniciamos el juicio. Lo sentamos en una cama y Fernando le dijo: -General Aramburu, usted está detenido por una organización revolucionaria peronista, que lo va a someter a juicio revolucionarlo. Recién ahí pareció comprender. Pero lo único que dijo fue: -Bueno. Su actitud era serena. Si estaba nervioso, se dominaba. Fernando lo fotografió así, sentado en la cama, sin saco ni corbata, contra la pared desnuda. Pero las fotos no salieron porque se rompió el rollo en la primera vuelta. Para el juicio se utilizo un grabador. Fue lento y fatigoso porque no queríamos presionarlo ni intimidarlo y el se atuvo a esa ventaja, demorando las respuestas a cada pregunta, contestando. "no sé", " de eso no me acuerdo", etc. El primer cargo que le hicimos fue el fusilamiento del General Valle y los otros patriotas que se alzaron con él, el 9 de junio de 1956. Al principio pretendió negar. Dijo que cuando sucedió eso él estaba de viaje en Rosario. Le leímos sílaba a sílaba los decretos 10.363 y 10.364, firmados por él, condenando a muerte a los sublevados. Le leímos la crónica de los fusilamientos de civiles en Lanús y José León Suárez. No tenía respuesta. Finalmente reconoció: "Y bueno, nosotros hicimos una revolución, y cualquier revolución fusila a los contrarrevolucionarios." Le leímos la conferencia de prensa en que el Almirante Rojas acusaba al general Valle y los suyos de marxistas y de amorales. Exclamó "Pero yo no he dicho eso!" Se le preguntó si de todos modos lo compartía. Dijo que no. Se le preguntó si estaba dispuesto a firmar eso. El rostro se le aclaró quizá porque pensó que la cosa terminaba ahí. "Si era por esto, me lo hubieran pedido en mi casa", dijo, e inmediatamente firmó una declaración en que negaba haber difamado a Valle y los revolucionarios del 56. Esa declaración se mandó a los diarios, y creo que apareció publicada en Crónica. EL PROYECTO DE GAN (Gran Acuerdo Nacional) El segundo punto del juicio a Aramburu versó sobre el golpe militar que él preparaba y del que nosotros teníamos pruebas, lo negó terminantemente. Cuando le dimos datos precisos sobre su enlace con un general en actividad, dijo que era "un simple amigo". Sobre esto, frente al grabador, fue imposible sacarle nada. Pero apenas se apagaba el grabador compartiendo con nosotros una comida o un descanso, admitía que la situación del régimen no daba para más, y que sólo un gobierno de transición -para el que él se consideraba capacitado para ejercer- podía salvar la situación. Su proyecto era, en definitiva, el proyecto del GAN, que luego impulsaría Lanusse: la integración pacifica del peronismo a los designios de las clases dominantes. EVA PERÓN Es posible que las fechas se me confundan, porque los que llevamos el juicio adelante fuimos tres: Fernando, el otro compañero y yo. Ramus iba y venía continuamente a Buenos Aires. De todas manera yo creo que el tema de Evita surgió el segundo día del juicio, el 31 de mayo. Lo acusábamos, por supuesto, de haber robado el cadáver. Se paralizó. Por medio de morisquetas y gestos bruscos se negaba a hablar, exigiendo por señas qua apagáramos el grabador. Al fin, Fernando lo apagó. "Sobre ese tema no puedo hablar", dijo Aramburu, "por un problema de honor. Lo único que puedo asegurarles es que ella tiene cristiana sepultura". Insistimos en saber qué había ocurrido con el cadáver. Dijo que no se acordaba. Después intentó negociar: él se comprometía a hacer aparecer el cadáver en el momento oportuno, bajo palabra de honor. Insistimos. Al fin dijo: "Tendría que hacer memoria." "Bueno, haga memoria." Anochecía. Lo llevamos a otra habitación. Pidió papel y lápiz. Estuvo escribiendo antes de acostarse a dormir. A la mañana siguiente, cuando se despertó, pidió para ir al baño. Después encontramos algunos papelitos rotos, escritos con letra temblorosa. Volvimos a la habitación del juicio. Lo interrogamos sin grabador. A los tirones contó la historia verdadera: el cadáver de Eva Perón estaba en un cementerio de Roma, con nombre falso, bajo custodia del Vaticano. La documentación vinculada con el robo del cadáver estaba en una caja de seguridad del Banco Central a nombre del coronel Cabanillas. Más que eso no podía decir, porque su honor se lo impedía. LA SENTENCIA Era ya la noche del 1ro. de junio. Le anunciamos que el Tribunal iba a deliberar. Desde ese momento no se le habló más. Lo atamos a la cama. Preguntó por qué. Le dijimos que no se preocupara. A la madrugada Fernando le comunicó la sentencia: General, el Tribunal lo ha sentenciado a la pena de muerte. Va a ser ejecutado en media hora. Ensayó conmovernos. Habló de la sangre que nosotros, muchachos jóvenes, íbamos a derramar. Cuando pasó la media hora lo desamarramos, lo sentamos en la cama y le atamos las manos a la espalda. Pidió que le atáramos los cordones de los zapatos. Lo hicimos. Preguntó si se podía afeitar. Le dijimos que no había utensilios. Lo llevamos por el pasillo interno de la casa en dirección sótano. Pidió un confesor. Le dijimos que no podíamos traer un confesor porque las rutas estaban controladas. -Si no pueden traer un confesor" -dijo-, ¿cómo van a sacar mi cadáver?" Avanzó dos o tres pasos más. "¿Qué va a pasar con mi familia?" Preguntó. Se le dijo que no había nada contra ella, que se le entregarían sus pertenencias. El sótano era tan viejo como la casa, tenia setenta años. Lo habíamos usado la primera vez en febrero del 69, para enterrar los fusiles expropiados en el Tiro Federal de Córdoba. La escalera se bamboleaba. Tuve que adelantarme para ayudar su descenso. "Ah, me van a matar en el sótano", dijo. Bajamos. Le pusimos un pañuelo en la boca y lo colocamos contra la pared. El sótano era muy chico y la ejecución debía ser a pistola. Fernando tomó sobre sí la tarea de ejecutarlo. Para él, el jefe debía asumir siempre la mayor responsabilidad. A mí me mandó arriba a golpear sobre una morsa con una llave, para disimular el ruido de los disparos. General -dijo Fernando-, vamos a proceder, -Proceda - dijo Aramburu. Fernando disparó la pistola 9 milímetros al pecho, Después hubo dos tiros de gracia, con la misma arma y uno con una 45. Fernando lo tapó con una manta. Nadie se animó a destaparlo mientras cavábamos el pozo en que íbamos a enterrarlo. Después encontramos en el bolsillo de su saco lo que había estado escribiendo la noche del 31. Empezaba con un relato de su secuestro y terminaba con una exposición de su proyecto político. Describía a sus secuestradores como jóvenes peronistas bien intencionados pero equivocados. Eso confirmaba a su juicio, que si el país no tenía una salida institucional, el peronismo en pleno se volcaría a la lucha armada. La salida de Aramburu era una réplica exacta del GAN de Lanusse. Este manuscrito y el otro en que Aramburu negaba haber difamado a Valle, fueron capturados por la policía en el allanamiento a una quinta en González Catán. El gobierno de Lanusse no los dio a publicidad. PERON VUELVE 1º DE JUNIO DE 1970 COMUNICADO Nº 4 AL PUEBLO DE LA NACION: La conducción de los MONTONEROS comunica que hoy, a las 7,00 horas fue ejecutado Pedro Eugenio Aramburu. Que Dios Nuestro Señor se apiade de su alma. ¡PERON O MUERTE! ¡VIVA LA PATRIA!

jueves, 7 de mayo de 2015

Argentina se queda sin flores, 26 de julio del 52


Quinta hija de Juana Ibarguren  y Juan  Duarte, nace el 7 de Mayo de 1919 en los Toldos, provincia de Buenos Aires; transcurren allí los primeros años de su infancia. En 1926, fallece su padre. En 1930,  la familia se traslada a Junín. Comienza a despuntar su vocación  por la declamación y el teatro. En octubre de 1934, Evita viaja a Buenos Aires acompañada por su madre para pasar una prueba en Radio Cultura.
En ese mismo año fija su residencia en Buenos Aires, consagrándose a la carrera artística. Integra las compañías teatrales de los más importantes directores teatrales de la época. A lo largo de diez años (1934 – 1944) se afirma frente a los micrófonos de las radios de mayor audiencia. En 1944 es elegida Presidenta de la Agrupación Radial Argentina.
Tras cuatro apariciones menores en el ámbito cinematográfico  logra un papel más importante en " La Cabalgata del circo" (1944) y, en 1945, el rol protagónico en "La Pródiga".
El 15 de Enero de 1944 un violento terremoto destruye la ciudad de San Juan, y Juan Domingo Perón, a cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión, solicita la colaboración de la ciudadanía para acudir en socorro de las víctimas. Los artistas, entre los que se encontraba Eva Duarte, participan activamente de la colecta nacional y organizan un festival artístico en el Luna Park. En esas circunstancias, el entonces coronel y la joven actriz comienzan una relación que pronto los conducirá a la convivencia.  
A la par que desarrolla sus actividades profesionales, Eva ingresa junto a Perón en el mundo de la política. Los históricos sucesos del 17 de octubre de 1945 marcarán el fin de su carrera artística. El 22 de ese  mes, Juan Domingo Perón y María Eva Duarte contraen matrimonio civil en Junín y el 10 de diciembre la unión es consagrada en la iglesia de San Francisco, en La Plata.
En los comicios del 24 de febrero de 1946, la fórmula encabezada por el general Perón se impone con el 52,4% de los votos, y el 4 de Junio, éste asume la Presidencia de la Nación. Eva, esposa del Presidente define su propio rol: como Primera Dama será Eva Perón, y en su trabajo cotidiano con los humildes, los trabajadores y las mujeres, será Evita.
El 6 de Junio de 1947, Eva Perón inicia una gira oficial  de casi tres meses de duración, visitando España, Italia, Portugal, Francia, Suiza, Mónaco, Brasil y Uruguay. Allí donde fuere, el programa de visitas y recepciones se verá siempre jalonado por las recorridas de los barrios obreros y las obras sociales. A la vez que ofrece donativos para las víctimas de un continente devastado por la guerra, busca "la lección europea" en materia de acción social. El 23 de agosto de 1947 regresa a Buenos Aires, retomando sus actividades a pleno. Emprende de inmediato la campaña de obtención  del sufragio femenino a través de la radio y la prensa, trabajando con los legisladores, las delegaciones que la visitan y las mujeres nucleadas en centros cívicos. El 23  de Septiembre de 1947  es promulgada la ley 13.010 que otorga los derechos políticos a las mujeres argentinas.
El 19 de Junio de 1948 se construye formalmente la Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón, dando estructura orgánica a la labor que Evita venía desarrollando desde 1946. Nacida con el objeto de "satisfacer las necesidades esenciales para una vida digna de las clases sociales menos favorecidas", su acción se concreta en la creación de Hogares  Escuelas, Hogares de Ancianos, Hogares de Tránsito, el Hogar de la Empleada "General San Martín", las Ciudades Infantil y Estudiantil, la Escuela de Enfermeras, el Tren Sanitario, las Proveedurías y Plan Agrario, así como en la organización de los Campeonatos Infantiles y Estudiantiles. La Fundación desarrollará un gigantesco programa de construcción: viviendas obreras, edificios escolares -a través del plan 1000 Escuelas, colonias de vacaciones y centros sanitarios y policlínicos. A todo ello se sumará la ayuda social directa, mediante la cual Evita resolvía personalmente problemas de vivienda, salud o empleo, y la ayuda solidaria a los países extranjeros en situación de necesidad o catástrofe.
El 28 de Agosto de 1948 Eva Perón da lectura, en el Ministerio de Trabajo, a la Declaración de los Derechos de la Ancianidad, promulgado dos días antes y posteriormente incluidos en la Constitución de 1949. El 26 de Julio de 1949 se lleva a cabo en el Teatro Nacional Cervantes la Primera Asamblea Nacional del movimiento peronista femenino. Nace allí el Partido Peronista Femenino, y Eva es elegida Presidenta.
El 4 de Abril de 1951 Evita lee por primera vez los originales de "La razón de mi vida" El libro es lanzado a la venta el 15 de octubre del mismo año.
El 22 de agosto de 1951, en una multitudinaria concentración realizada en la Avenida 9 de Julio de la ciudad de Buenos Aires – Cabildo  Abierto del Justicialismo-, la C.G.T. y el Partido Peronista Femenino proclaman su adhesión a la fórmula Perón–Eva Perón para las elecciones. Pocos días después, el 31 de agosto, Evita anuncia por cadena nacional de radiodifusión "su decisión irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores y el pueblo" quisieron honrarla. El 11 de noviembre de 1951 la fórmula Perón - Quijano se impone con el 62,49% de los votos, influyendo notoriamente en este resultado el nuevo sufragio femenino.
Eva, gravemente enferma, es internada y operada pocos días antes en el Policlínico Presidente Perón de Avellaneda, donde vota por primera y única vez. El 14 de noviembre de 1951, abandona el hospital. A pesar de sus esfuerzos por retomar la actividad, el deterioro progresivo de su salud impone un freno a su tarea.
El 4 de Junio de 1952 Eva Perón acompaña al Presidente en los actos de asunción de su nuevo mandato. Es su  última aparición en público. Tras una penosa agonía, el 26 de Julio de 1952 fallece a los treinta y tres años en la Residencia Presidencial, en Buenos Aires.
El llanto se lanzó a la calle, se mostró al mundo en interminables filas y acompañó el velatorio, que duró hasta el 11 de agosto. En esos 14 días, Argentina y los países limítrofes se quedaron sin flores. Más de dos millones de personas estuvieron presentes para darle el último adiós. La cureña con su féretro fue trasladado por obreros de la CGT, en una procesión cuyas imágenes en blanco y negro siguen impactando por el dolor, por la cantidad de gente, por la historia que contienen…
Porque esa mujer, que al morir pesaba 34 kilos, que dejaba de ser una realidad para comenzar a tomar forma de mito, fue una mujer controvertida: amada por unos, que la percibían casi como una santa, y odiada hasta el delirio por quienes se habían sentido afectados por su accionar y la consideraban ambiciosa y sin escrúpulos.
Adorada, odiada, nunca ignorada. Fuerte, inteligente, llena de pasión.
Quedaba aún su viaje final, el calvario que recorrió su cadáver embalsamado, que de los honores recibidos en el funeral, propios de un jefe de Estado aunque Evita nunca tuvo cargo oficial alguno, pasó a ser albergado en la central obrera hasta 1955, cuando al caer derrocado Perón, fue secuestrado por la dictadura militar de entonces. A partir de allí, el ataúd recorrió la ciudad en una camioneta por más de un año; sin embargo, "misteriosamente", siempre aparecían flores y velas en los lugares donde la estacionaban…
Su cuerpo fue mutilado y profanado y finalmente enviado clandestinamente a Italia. Estuvo enterrada, bajo un nombre falso, María Maggi de Magistris, durante 14 años, en el cementerio Maggiore, de Milán.
En 1971, el cuerpo le fue devuelto a Juan Domingo Perón en Madrid, que lo tuvo en su residencia. Llegó a la Argentina en 1974 y durante dos años permaneció en la Quinta presidencial. Finalmente, desde 1976, descansa en paz en la tumba familiar, en Recoleta.

lunes, 20 de abril de 2015

20 de abril de 1811, reglamento sobre libertad de Imprenta

El 20 de abril de 1811, durante el Gobierno de la Junta Grande, presidida por el moderadísimo Cornelio Saavedra, y por iniciativa del deán Gregorio Funes (que era un fenómeno en lo económico, pero en lo político atrasaba el reloj), bueno con esa gente detrás, la revolución dicta el Primer reglamento de libertad de imprenta de Buenos Aires que establece –entre otras medidas- una junta suprema de censura como tribunal. Allí debían ser enviadas las acusaciones de las obras publicadas.
Más tarde, en octubre de ese mismo año, el nuevo gobierno, esto es el primer Triunvirato (rivadaviano, muuuucho más progre, no?) establecería finalmente el Decreto de la Libertad de Imprenta.

El articulado del Reglamento dicen que todo hombre puede publicar sus ideas libremente y que las disposiciones contrarias a esta libertad quedan sin efecto; pero que el abuso de esta libertad es un crimen (…) si ofende derechos particulares y compromete la tranquilidad pública.

Para hacer las cosas claramente, la Junta propone integrarla con nueve de cincuenta ciudadanos honrados elegidos por el Cabildo, que no estén empleados en la administración del gobierno; y algunos miembros del Cabildo.

Se cuidaban especialmente las obras de religión (pa’ no ofender, no porque la iglesia sea un partido político…) y en caso de que los autores no se hagan responsables, respondían los impresores.

Esa misma fecha data la niña María Guadalupe Cuenca, la esposa de Moreno, una carta a su esposo, en la que le cuenta que hoy te mando el manifiesto para que veas como mienten estos infames; Agrelo[1] es el editor de “Gacetas con dos mil pesos de renta, por si acaso no has recibido carta en que te prevengo que no le escribas a este vil porque anda hablando pestes de vos y adulando a Saavedra;… se ha declarado enemigo nuestro y ha jurado que no volverás a beber el agua del Río de la Plata (…)
También sus compañeros del ala revolucionaria tenían mala prensa: del pobre Castelli hablan incendios, que ha robado, que es borracho, que hace injusticias, no saben como acriminarlo, hasta han dicho que no lo han dejado confesarse a Nieto y los demás que pasaron por las armas en Potosí, ya se ha visto que los que se han sacrificado son los que salen peor de todos

"Atentiendo a que la facultad individual de los ciudadanos de publicar sus pensamientos e ideas políticas, es no solo un freno a la arbitrariedad de los que gobiernan, sino también un medio de ilustrar a la nación en general, y el único camino para llegra al conocimiento de la verdadera opinión pública" (Discurso sobre la libertad de la prensa presentado a la Junta superior de gobierno, La Gaceeta, 22 de abril de 1811, edición facsimilar, Academia Nacional de la Historia, 1910).
La inestabilidad política y el conflicto entre facciones caracterizaron los primeros años de la Revolución en el Río de la Plata, generando permanentes dificultades a los sucesivos gobiernos instalados en Buenos Aires. En medio de la convulsión social y política de los primeros meses de la Revolución, donde circulaban toda clase de rumores y se especulaba con conspiraciones, Mariano Moreno advirtió la necesidad de publicitar los actos del gobierno a través de un órgano oficial de prensa. Y para ello, fundó La Gaceta de Buenos Aires. Dueño de una pluma ferviente y de espíritu militante, el secretario de la Primera Junta fue el primer redactor de este periódico, que se publicó entre el 7 de junio de 1810 y el 12 de septiembre de 1821.
La Gaceta aparecía los días jueves y fue el único periódico que se editó en Buenos Aires entre febrero de 1811 (fecha en que dejó de aparecer El Correo de Comercio, editado por Manuel Belgrano) hahsta junio del año 1812, en que comenzó a circular El Grito del Sud. Desde entonces, al abrigo de tiempos más calmos, la actividad de prensa en Buenos Aires fue mucho más prolífica y a su vez aumentó la cantidad de lectores. Lo cual explica, la circulación de diversos periódicos, folletos y pasquines.
Varios actores de la Revolución (civiles, eclesiásticos y de distintas tendencias políticas), se desempeñaron como redactores de La Gaceta en diferentes momentos: Manuel Alberti, Gregorio Funes, Pedro José Agrelo, Bernardo de Monteagudo, Camilo Hernández y Julián Álvarez, fueron algunos de los periodistas que llenaron sus páginas con noticias, reflexiones políticas e información de movimientos económicos. La colección comprende 590 números comunes, 185 extraordinarios y 53 suplementos.
El 20 de abril de 1811, por iniciativa del Deán Gregorio Funes, la Junta Grande a cargo de Cornelio Saavedra estableció, mediante un decreto, un reglamento de libertad de prensa. Lo interesante de este hecho fue que al mismo tiempo dispuso la creación de una Juna Suprema de Censura cuya función era "asegurar la libertad de imprenta, y contener al mismo tiempo su abuso". Por lo cual, dicho organismo oficiaría de receptor de las posibles acusaciones frente a las notas publicadas en la prensa. Este decreto ha sido una copia textual del promulgado por las Cortes de Cádiz en España en noviembre de 1810, el cual intentó organizar el país introduciendo algunas reformas liberales.
El reglamento de libertad de prensa se publicó en La Gaceta Extraordinaria de Buenos Aires el lunes 22 de abril de 1811. Por su parte, la Junta Suprema de Censura tuvo una vida efímera. En el mes de octubre del mismo año, ya en el marco del Primer Triunvirato que puso fin a la Junta Grande, se sancionó un decreto de Libertad de Imprenta que dejó a aquella sin efecto, reemplazándola por una Junta Protectora de la Libertad de la Imprenta.
Para conmemorar esta significativa fecha en la historia de la Revolución y del tratamiento de la cuestión de los medios de prensa, hemos seleccionado la portada del 26 de diciembre de 1810 de La Gaceta de Buenos Aires. Ese número forma parte de dos tomos encuadernados, correspondientes a los años 1810 y 1811, que pertenecieron al Gral. José de San Martín y que llevan la firma de su yerno, Mariano Balcarce. Varias páginas del periódico tienen anotaciones, que podrían ser de la mano del propio Libertador.
Una prensa impresora del 1800.

Una prensa impresora del 1790.
Maquina Offset 1815

domingo, 19 de abril de 2015

La Cruzada de los 33 Orientales

Si desde el punto de vista patriótico son grandes estos raros ejemplares de valor y desinterés, también son grandes desde lo humano

 
La gran jornada

Todo hombre nacido en esta tierra, que con el pensamiento o con el corazón se acerque al acontecimiento legendario de la Cruzada, ha de sentir en su espíritu y hasta en su cuerpo, la conmoción que sigue a toda extraordinaria revelación.
 
Si a la visión simple y escueta del hecho inaudito se agrega la de su real significado, la conmoción alcanzará a remover, por misteriosas e instintivas repercusiones, todas las raíces de su ser.
 
A la naturaleza parece reservado el poder de provocar en nosotros estas hondas y perdurables sensaciones, pero los hombres, mejor aún, algunos hombres, suelen poner de tal manera en los hechos y en las cosas el sello de su influjo, que llegamos a sentir su obra con la misma intensidad que nos sobrecoge y nos desconcierta frente a las representaciones más acabadas de la naturaleza.
 
Reproduciendo a nuestros ojos, con no sospechada fidelidad, la obra del gran artífice, aparecen los hombres dirigiendo a los hechos. Y entonces nosotros los vemos agrandados, enormes, imponentes, sublimes, porque los vemos en los hechos, en las cosas, en el ambiente, abarcándolo y llenándolo todo.
 
Los hombres de 1825 son así.
 
Empeñosos, han cultivado día a día el espíritu de sus hermanos de infortunio v han visto multiplicarse el número de sus prosélitos; recios y sufridos, han predicado la buena nueva de la libertad, y la santidad de su causa ha encontrado junto con el aliento del desinterés, la pasividad del egoísmo; tocados por el destino para ser los ejecutores de un plan providencial, desproporcionado a sus medios, a él entregan vidas y haciendas sin tasa ni medida; y cuando llega el momento de sofocar su vocación guerrera para dar comienzo a la obra duradera de la paz, del orden, del límite a la arbitrariedad, estos hombres extraordinarios bajan sus espadas en señal de acatamiento al gobierno incipiente.
 
Símbolo son de las ideas democráticas que vienen a implantar.
 
Son hijos del pueblo, con arraigo en el pueblo, y su única esperanza v su única fe, es también el pueblo.
 
Jamás usarán de la fuerza sino como un medio imprescindible para aniquilar a una fuerza contraria y opresora. Fieles intérpretes del hermoso postulado que encarnan, será su finalidad esencial edificar sobre las ruinas.
 
Si desde el punto de vista patriótico son grandes estos raros ejemplares de valor y desinterés, también son grandes desde un punto de vista puramente humano.
 
Grandes, porque vienen a libertar a sus hermanos de la fuerza que los oprime y de la rapacidad que los aniquila; grandes, porque repudian los halagos y los premios ganados al bajo precio de la sumisión y del renunciamiento; grandes, porque se mueven y reaccionan al influjo de ideales desinteresados.
 
La patria es la obsesión de todas sus horas.
 
Cuando pisan el arenal y se hace el silencio solemne, y en él se destacan y ruedan las palabras del gallardo paladín, algo más que la proximidad de los cuerpos acerca y ata a los treinta y tres hombres allí congregados; es el pasado que revive en aquella escena; es la lucha incruenta, cruel y siempre renovada para alcanzar la ansiada libertad; es el pasado que vuelve, inexorable, a consumar el designio providencial; y los recuerdos se agolpan a la memoria, y los corazones laten con violencia inusitada, y el milagro empieza a consumarse.
 
Cuando Artigas, al decidir su retirada al Paraguay, después de sus últimas derrotas, mandó a Lavalleja, que se hallaba prisionero en la Isla das Cobras, aquel simbólico auxilio de 4.000 pesos, debió tener una anticipada visión de este inconfundible pronunciamiento.
 
Volvamos a tomar el hilo de los hechos.
 
Dice don Luis Ceferino de la Torre, que dispuestas las cosas y prontos para arrojarse a la empresa, partieron nuevamente de Buenos Aires, -Manuel Lavalleja, Sierra y Freire con una docena de compañeros, conduciendo el armamento a depositarlo en la Isla Brazo Largo, punto de reunión acordado, que estando cerca de la costa y de la estancia de Tomás Gómez, debían combinar con éste el día que les arrimase caballos a los expedicionarios.267
 
Spikerman, en su diario, declara que el 1° de abril se embarcaron a las 12 de la noche, en la costa de San Isidro, en un lanchón, los nueve primeros individuos de la expedición, desembarcando y acampando en una isla formada por un ramal del Paraná, llamada Brazo Largo.
 
Los nueve individuos eran: don Manuel Oribe, don Manuel Freire, don Manuel Lavalleja, don Atanasio Sierra, don Juan Spikerman, don Carmelo Colman, Sargento Areguati, don José Leguizamón (a) Palomo y baqueano Manuel Cheveste.268
 
De María incluye también en este primer contingente a Dionisio Oribe, criado de don Manuel Oribe.269
 
-Este primer grupo era portador de cantidad de armas, pertrechos y equipos recolectados en Buenos Aires.270
 
Dice Spikerman que el primer grupo de cruzados permaneció quince días a la espera de los compañeros que debían venir con Lavalleja; y De María asegura que durante la estada de aquellos en la isla, -pasaron de oculto a la costa oriental, Oribe, Lavalleja (Manuel) y el baqueano Cheveste, con el objeto de hablar con Gómez (don Tomás) y convenir el día y punto en que debía esperar con caballada a los expedicionarios.
 
Vueltos a la isla de Brazo Largo, aguardaron el arribo de la segunda expedición unos diez días más, al cabo de los cuales -don Manuel Lavalleja y don Manuel Oribe, genios impacientes y movedizos, determinaron irse con Cheveste a inquirir la causa de aquel silencio y buscar qué comer, que por lo pronto era la primera necesidad que había que satisfacer.
 
Al llegar a tierra la noche era oscura, y casi a tientas dieron con una carbonería, cuyo dueño los llevó a la inmediata estancia de los Ruiz, quienes les explicaron que don Tomás Gómez había sido descubierto, teniendo que escaparse para Buenos Aires, y que las caballadas de la costa habían sido recogidas e internadas.
 
Cuando Ruiz concluyó su narración, Oribe le contestó resueltamente: pues, amigo, nosotros vamos a desembarcar, aunque sea para marchar a pie; mientras tanto, vean de darnos un poco de carne, porque nos morimos de hambre en la isla.
 
Vista por los hermanos Ruiz la decisión de los expedicionarios, convinieron en favorecer resueltamente sus intentos, en hacer las señales de aproximación, en aprontar los caballos, en hablar con algunos amigos y en evitar cualquier choque extemporáneo con aquel terrible Tornero que guardaba la costa".271
 
Volviendo a los demás expedicionarios y respecto de las incidencias de su travesía, es interesante la versión de Luis Sacarello, que vino como marinero en los lanchones de la segunda expedición.
 
-Hallábase Sacarello el año 25 en Barracas, entregado a sus faenas de carpintero de ribera, cuando en la tarde del 15 de abril fue tomado por un carpintero Manuel, de la partida, y sin permitirle hablar, embarcólo en un lanchón.
 
-Poco antes de ponerse el Sol partió el lanchón en dirección al Paraná de las Palmas, pero atracando a la costa de San Isidro recibió en esa noche a su bordo al General Lavalleja, siete oficiales y varios otros individuos". Y agrega el relato: "En el resto de la noche remontamos el Canal del Chaná, hasta la boca del Miní, en donde nos acercamos a una isla y continuamos la noche siguiente, del 17, hasta la boca del Guazú, y nos escondimos en la isla que está frente a Punta Gorda; a la noche siguiente, del 18, se nos dio la voz de silencio y palabra seca, por el temor que había a la vigilancia de los cruceros brasileños, y en cuanto llegamos a la Punta Gorda bajaron a tierra dos hombres, que volvieron pronto. Empezamos a costear río arriba hasta Punta Chaparro, en donde bajaron los dos hombres; seguimos a Casa Blanca (estancia), y allí también bajaron; continuamos hasta la Punta del Arenal Grande, y allí bajaron y hablaron los dos hombres con un austriaco que tenía inmediato a la costa un rancho, quien dio la noticia de que la gente que buscábamos se hallaba en el Rincón, entre el monte, y entonces fuimos hasta la Punta de Amarillo, que es la de San Salvador, en donde desembarcaron todos a las tres de la mañana del 19. Parece que allí encontraron gente reunida y entonces se internaron y nosotros nos volvimos para Buenos Aires.272
 
La versión transcrita no armoniza con lo declarado por Spikerman, en cuanto éste atribuye le demora de Lavalleja a un temporal que habría obligado a los expedicionarios a detenerse para no perecer; y al mismo tiempo pone en evidencia la inquietud que dominaba a los Cruzados, que en todas partes hacían alto y a la que no sería ajeno el temor por la suerte de sus compañeros.
 
Con Lavalleja venían don Pablo Zufriategui y 20 individuos más.
 
Reunidos todos los expedicionarios, -nos embarcamos en dos lanchones y navegamos toda la noche hasta ponernos a la vista de la costa oriental, a fin de hacer la travesía del Uruguay en la noche del 19.
 
El río estaba cruzado por lanchas de guerra imperiales, y por consiguiente emprendimos marcha en esa noche. A las siete, habiendo navegado como dos horas, nos encontramos entre dos buques enemigos, uno a babor y otro a estribor; veíamos sus faroles a muy poca distancia; el viento era Sur, muy lento, y tuvimos que hacer uso de los remos.273
 
La noche anterior, -una fogata encendida en una quebrada indicaba el punto a que debían dirigirse en la ribera; pero, como la noche fuese muy oscura y el viento contrariase la dirección de las velas, Ruiz cambió el punto en que debían aproximarse, que era en el Sauce, por otro de más favorable corriente, encendiendo otra fogata fugitiva en la embocadura de un arroyo llamado Gutiérrez, de la jurisdicción de la Agraciada.
 
En el sitio elegido para el desembarco, -los hermanos Ruiz y algunos orientales más esperaban allí con setenta caballos escondidos en unas breñas inmediatas.274
 
Contradicen esta afirmación el relato de Spikerman, las memorias del general Lavalleja y la opinión de la mayoría de los historiadores, según se verá en seguida.
 
Rezan las crónicas de la epopeya, que cuando los cruzados pisaron el suelo de la patria, no pudieron reprimir un impulso que los llevó a besarlo.
 
La escena, de por sí solemne, debió cobrar entonces toda su intensidad.
 
No constituía este hermoso gesto de honda emoción, una nota discordante ni extraña a la modalidad de aquellos hombres de sencillo corazón.
 
Si bien se mira, su obra entera era más que nada una obra de sentimiento.
 
El cálculo o las ventajas jamás dan resultados tan sorprendentes.
 
Las convicciones doctrinarias, por sí solas, podrán hacer legistas, pero nunca héroes.
 
Estas grandes e inauditas empresas han de partir del corazón.
 
Y el corazón había sido el único regulador en la vida abnegada y altruista de estos héroes auténticos.
 
Hacían bien en besar el suelo de la patria; tenían derecho a hacerlo.
 
Ya están los emigrados en la orilla deseada.
 
Son treinta y tres hombres, los mismos que desde 1822 recorrieron en incansable peregrinaje el territorio de las Provincias Unidas, y levantaron en Montevideo la bandera de la rebelión.
 
De sus malhadadas andanzas no traen más que el cansancio del camino y un poco menos de fe en la solidaridad humana.
 
Están solos, como entonces estaban. Abandonados a si mismos por todos aquellos a quienes llamaron en su ayuda, parece que buscaron lo imposible.
 
Nadie tiene fe en ellos, y ellos la siguen teniendo en sus principios.
 
Parecen iniciados en una religión que nadie entiende ni quiere entender.
 
Ellos, empero, avanzan sin vacilaciones, como si marcharan sobre un surco abierto de antemano o sobre los rastros de una huella.
 
Refiere un cronista de los hechos, que tomada tierra por los expedicionarios y escondidas las chalanas en el arroyo de Gutiérrez, volvióse Lavalleja a sus compañeros y con voz conmovida les dijo: -Amigos, estamos en nuestra patria; Dios ayudará nuestros esfuerzos, y si hemos de morir, moriremos como buenos orientales en nuestra propia tierra.
 
Agrega el mismo cronista que inmediatamente se ensillaron los caballos, 275 se hicieron los cargueros, y la expedición se internó en el bosque, buscando un punto más secreto y franco para despachar bomberos y chasques y ordenar el plan de campaña.276
 
Veamos ahora cómo relataba la heroica hazaña La Gaceta Mercantil, de Buenos Airea, en su número del 30 de abril: Banda Oriental.
 
 En este momento acabamos de recibir la plausible noticia del desembarco de los Bravos Orientales en su país, y del buen éxito de su primer encuentro con las fuerzas del Brasil (Argentino extraordinario de ayer).
 
Don Juan Antonio Lavalleja, don Manuel Oribe y otros varios oficiales y vecinos de la Banda Oriental que salieron de Buenos Aires decididos a libertar su provincia del yugo ominoso y degradante del Brasil, supieron el jueves 21 (es noticia traída por uno de los individuos que salieron en tan heroica empresa) que algunos de los individuos de quienes esperaban caballos y otros recursos en el momento de su desembarco habíanse visto precisados a fugar...277
 
Por su parte, El Argos, del 14 de mayo, decía: -Los sucesos que hoy tienen lugar en la Banda Oriental del Río de la Plata merecen llamar la atención de los críticos públicos, por la importancia y trascendencia que ellos traen consigo.
 
Es bien sabido ya que unos beneméritos patriotas decididos a sacrificar su inquietud, su bienestar y hasta su vida o redimir a su patria de la opresión y servidumbre en que está hace algunos años, concibieron el atrevido proyecto de presentarse ante sus compatriotas y de moverlos en masa para que los auxiliasen en la ejecución de su plan.
 
Aquél se ha ejecutado de un modo que excede las esperanzas que se habían formado al combinarlo, y que promete resultados los más prósperos a la conclusión de la guerra de la independencia por todas partes, y al establecimiento de una completa libertad en todos los puntos del continente americano".
 
Y agregaba haberse -sentido en todos los puntos de la Banda Oriental un sentimiento uniforme y decidido por sacudir su esclavitud y romper violentamente los vínculos que la ligaban a un gobierno extranjero.278
 
El programa de los patriotas es claro y terminante como la firme resolución que los mueve. Son éstos sus términos: -Llegó en fin el momento de redimir nuestra amada patria de la ignominiosa esclavitud con que ha gemido por tantos años y elevarla con nuestro esfuerzo al puesto eminente que le reserva el destino sobre los pueblos libres del nuevo mundo. El grito heroico de libertad retumba ya por nuestros dilatados campos con el estrépito belicoso de la guerra.
 
El negro pabellón de la venganza se ha desplegado, y el exterminio de los tiranos es indudable.
 
¡Argentinos, Orientales!
 
Aquellos compatriotas nuestros, en cuyos pechos arde inexhausto el fuego sagrado del amor patrio, y de que más de uno ha dado relevantes pruebas de su entusiasmo y su valor, no han podido mirar con indiferencia el triste cuadro que ofrece nuestro desdichado país, bajo el yugo ominoso del déspota del Brasil.
 
Unidos por su patriotismo, guiados por su magnanimidad, han emprendido el noble designio de libertadores.
 
Decididos a arrostrar con frente serena toda clase de peligros se han lanzado al campo de Marte con la firme resolución de sacrificarse en aras de la patria o reconquistar su libertad, sus derechos, su tranquilidad y su gloria.
 
Vosotros que os habéis distinguido siempre por vuestra decisión y energía, por vuestro entusiasmo y bravura, ¿consentiréis aún en oprobio vuestro el infame yugo de un cobarde usurpador?
 
¿Seréis insensibles al eco dolorido de la patria, que implora vuestro auxilio?
 
¿Miraréis con indiferencia el rol degradante que ocupamos entre los pueblos?
 
 ¿No os conmoverá vuestra misma infeliz situación, vuestro abatimiento, vuestra deshonra?
 
No, compatriotas; los libres os hacen la justicia de creer que vuestro patriotismo y valor no se han extinguido, y que vuestra indignación se inflama al ver la Provincia Oriental como un conjunto de seres esclavos sin gobierno, sin nada propio más que sus deshonras y sus desgracias.
 
Cesen ya, pues, nuestros sufrimientos.
 
Empuñemos la espada, corramos al combate y mostremos al mundo entero que merecemos ser libres. Venguemos nuestra patria; venguemos nuestro honor, y purifiquemos nuestro suelo con sangre de traidores y tiranos.
 
 Tiemble el déspota del Brasil de nuestra justa venganza. Su cetro tiránico será convertido en polvo, y nuestra cara patria verá brillar en sus sienes el laurel augusto de una gloria inmortal.
 
Argentinos Orientales: las Provincias hermanas sólo esperan vuestro pronunciamiento para protegeros en la heroica empresa de reconquistar vuestros derechos.
 
La gran nación argentina, de que sois parte, tiene gran interés de que seáis libres, y el Congreso que rige sus destinos no trepidará en asegurar los vuestros.
 
Decidios, pues, y que el árbol de la libertad, fecundizado con sangre, vuelva a aclimatarse para siempre en la Provincia Oriental.
 
Compatriotas: Vuestros libertadores confían en vuestra cooperación a la honrosa empresa que han principiado.
 
Colocado por voto unánime a la cabeza de estos héroes, yo tengo el honor de protestaros en su nombre y en el mío propio, que nuestras aspiraciones sólo llevan por objeto la felicidad de nuestro país, adquirirle su libertad.
 
Constituir la provincia bajo el régimen representativo republicano, en uniformidad a las demás de la antigua unión.
 
Estrechar con ellas los dulces vínculos que antes la ligaban.
Preservarla de la horrible plaga de la anarquía y fundar el imperio de la ley.
 
He aquí nuestros votos.
 
Retirados a nuestros hogares después de terminar la guerra, nuestra más digna recompensa será la gratitud de nuestros conciudadanos. Argentinos - Orientales:
 
El mundo ha fijado sobre vosotros su atención. La guerra va a sellar nuestros destinos. Combatid, pues, y reconquistad el hecho más precioso del hombre digno de serlo. —
 
Campo volante, abril de 1825. — Juan A. Lavalleja.
 
Los Treinta y Tres
 
En su obra Los Treinta y Tres, el doctor Luis Melián Lafinur, después de una seria laboriosa investigación de documentos, referencias v antecedentes, llega a la conclusión de que la única lista auténtica de los cruzados, es la comprendida en el Catálogo de la Correspondencia Militar del año 1825, publicada oficialmente por la Inspección General de Armas.
 
He aquí esa lista:
Coronel Comandante en Jefe...................... Don   Juan Antonio Lavalleja
Mayor ....................................................            Manuel Oribe
        ...................................................                Pablo Zufriategui
        ...................................................                Simón del Pino
Capitán ................................................              Manuel Lavalleja
          ................................................                 Manuel Freire
          ................................................                 Jacinto Trápani
  ................................................                                  Gregorio Sanabria
Teniente ................................................             Manuel Meléndez
            ................................................               Atanasio Sierra
            ................................................                        Santiago Gadea
Alférez    ................................................            Pantaleón Artigas
Cadete    ................................................            Andrés Spikerman
Sargento ................................................             Juan Spikerman
Cabo 1°  ................................................            Celedonio Rojas
Baqueano ................................................    "      Andrés Cheveste
Soldado   ................................................    "      Juan Ortiz
    "        ................................................      "      Ramón Ortiz
    "        ................................................      "      Avelino Miranda
    "        ................................................      "      Carmelo Colman
    "        ................................................      "      Santiago Nievas
    "        ................................................      "      Miguel Martínez
    "        ................................................      "      Juan Rosas
    "        ................................................      "      Tiburcio Gómez
    "        ................................................      "      Ignacio Núñez
    "        ................................................      "      Juan Acosta
    "        ................................................      "      José Leguizamón
    "        ................................................      "      Francisco Romero
    "        ................................................      "      Norberto Ortiz
    "        ................................................      "      Luciano Romero
    "        ................................................      "      Juan Arteaga
    "        ................................................      "      Dionisio Oribe
            ................................................               Joaquín Artigas
 
El Capitán don Basilio Araújo no vino incorporado a los Treinta y Tres, pero sí en la misma condición hizo el viaje por tierra, pasó el Uruguay, cumplió su comisión y se unió en la costa a los Treinta y Tres.
 
Cuando el doctor Melián Lafinur publicó la obra que se ha citado, basaba sus conclusiones en la primera revista de Comisario fechada el 30 de abril de 1825,279 en la lista publicada por Washington P. Bermúdez en el periódico Baturrillo Uruguayo con las firmas de don Juan Antonio Lavalleja y don Pablo Zufriategui; y, por último, en la lista contenida en un libro editado en París el año 1826, con un apéndice referente a la usurpación de Montevideo por los gobiernos portugués v brasileño.280
 
La autoridad indiscutible del investigador y la procedencia de los documentos tomados como fuente, nos eximirán de entrar en nuevas consideraciones acerca de la lista de los Treinta y Tres.
 
Pero he aquí que el mismo doctor Melián Lafinur, con posterioridad a la publicación de su folleto sobre Los Treinta y Tres, halló para confirmarlo más en su primer aserto, un nuevo antecedente de inapreciable significado, que con una pequeña variante reproduce en lo demás, exactamente, la nómina del Catálogo de la Correspondencia Militar.
 
Ese nuevo antecedente documental lo constituye la lista de los Treinta y Tres publicada en El Piloto del 7 de enero de 1826 que textualmente dice así: -Para la historia. — Relación exacta de los treinta y tres héroes orientales que llevaron la libertad a su patria:281
 
Sr. Don Juan Antonio Lavalleja          Sold. Manuel Ortiz
       " Manuel Oribe                           "        Ramón Ortiz
       " Pablo Zufriategui                      "        Avelino Miranda
       " Simón del Pino                        "        Carmelo Colman
       " Manuel Lavalleja                      "        Santiago Nievas
       " Manuel Meléndez                     "        Miguel Martínez
       " Manuel Freire                           "        Juan Rosas
       " Anatasio Sierra                        "        Tiburcio Gómez
       " Jacinto Trápani                        "        Matías
       " Gregorio Sanabria                    "        (ya no existe)
       " Santiago Gadea                        "        Juan Acosta
       " Pantaleón Artigas                     "        José Leguizamón
       " Juan Piquiman                          "        Francisco Romero
       " Andrés Piquiman                     "        Luciano Romero
Sargento      Celedonio Rojas                      "        Norberto Ortiz
Baqueano    Andrés Cheveste                      "        Juan Arteaga
                                      "        Dionisio Oribe
                                      "        Joaquín Artigas
La investigación parece haber constatado que los cruzados no eran treinta y tres, y ha llegado a comprobar que no todos eran orientales.
En cuanto al error de cantidad, con que se impugna la denominación más corriente de los cruzados —los Treinta y Tres—, creemos que no justificaría una variación de lo que constituye un bautismo popular, mantenido y trasmitido de generación en generación durante un siglo. Todos los razonamientos en pro de la precisión y de la exactitud, resultarían en este caso pequeños. Las características esenciales de la cruzada y el origen de sus elementos dirigentes, hacen de aquélla una obra eminentemente oriental, no obstante la nacionalidad de algunos de sus componentes.
Lavalleja, Oribe, Zufriategui, del Pino, Manuel Lavalleja, Freire, Trápani y la mayor parte de los cruzados; eran orientales; y eran orientales no sólo por haber nacido en la Banda Oriental. Eran orientales, sobre todo, por lo que desde 1811 habían hecho. Eran orientales, en último término, porque cuando desembarcaron en la Agraciada, la patria estaba con ellos y sólo con ellos.
Lugar del desembarco
Nuevas disidencias acusa la crónica en la determinación del lugar preciso en que los Treinta y Tres desembarcaron. Mientras unos afirman que fue en la Agraciada,282 otros atribuyen al Arenal Grande283 la gloria de tan elevado destino. El doctor Berra, en su "Bosquejo Histórico" y en sus notas a un trabajo alusivo, publicado en 1884 en la "Revista de la Sociedad Universitaria", empieza por declarar que a su juicio "no hay verdadera disidencia entre las dos versiones". "Examinada la región del Uruguay en que el hecho se realizó, se ve que desemboca el Catalán, formado por la confluencia del Arenal Grande y del Arenal Chico. Dos o tres leguas al Sud desagua el Agraciada, arroyo de mucha menos agua y extensión que el otro. Y más al Sud, algunas cuadras más al Norte que la punta de Chaparro, sale una cañada que se llamó a principios de este siglo de Guardiazábal; años después, hacia 1825, de los Ruices, y después, hasta hoy, de Gutiérrez". Después de afirmar que los Treinta y Tres desembarcaron en el arroyo de los Ruices, concluye en que "si dicen algunos que el desembarco se efectuó en la Agraciada, es porque aluden al distrito a que el arroyo así llamado da su nombre", y si otros convienen en que aquel tuvo lugar en el Arenal Grande, "es porque tal era en 1825 el nombre con que se designaba la extensión de tierra en que están comprendidos el arroyo de los Ruices (Gutiérrez) y el Agraciada". En síntesis, la opinión del doctor Berra —acorde en lo esencial con la de Ordoñana y con una base tan respetable como el testimonio de don Ignacio Núñez— es que los Treinta y Tres desembarcaron "en el Arroyo de los Ruices, en el Arenal Grande".284
Primeras consecuencias
Internada la expedición en el territorio del país, ve multiplicarse a su paso el contingente de sus adeptos. En el trayecto hasta la barra de San Salvador "treinta o cuarenta hombres montaraces", buscan un lugar en las filas; y aquellos otros hombres, montaraces también, a su manera, los reciben con los brazos abiertos. No era raro que en un pueblo oprimido, todos los hombres montaraces se sintieran hermanos.
Próximos ya al pueblo de San Salvador, que por informes recogidos se hallaba ocupado por una fuerza enemiga como de cien hombres al mando de Laguna, la noche favorece sus planes y consiguen acercarse más, sin ser sentidos, pues los oficiales de la guarnición están de baile.285 Advertido Laguna de la presencia de los patriotas, dispone que un oficial Balbuena vaya a reconocerlos. Al encuentro del emisario se adelanta don Manuel Lavalleja, quien preguntado por Balbuena sobre qué gente era aquélla, contesta Lavalleja: "Es la vanguardia del ejército libertador".286 Instado para que se plegase al movimiento, Julián Laguna abandona el campo patriota después de conferenciar con Lavalleja, quien entonces le advierte "que lo iba a cargar inmediatamente".287 Es el primer choque de las armas patriotas. La brega es corta y pronto sobreviene la dispersión de los imperiales. No exageraba don Manuel Oribe, cuando afirmaba en carta a don Luis C. de la Torre: "el 23 batimos en San Salvador a Servando Gómez y al Coronel Laguna, donde los dispersamos sin tirar un tiro y sí sólo a sable".288 Al día siguiente entran los expedicionarios en Santo Domingo Soriano y el pueblo los recibe sin ninguna muestra de reserva.
 
-En esta muy noble, valerosa y leal villa de Santo Domingo Soriano, puerto de la salud del Río Negro, en 24 días del mes de abril de 1825, los señores Justicia y Regimiento juntos y congregados en esta casa de nuestro Alcalde de primer voto, don José Vicente Gallegos, a pedimento del Comandante de las fuerzas armadas de la Patria, don Juan Antonio Lavalleja, que entró este día en esta villa, quien juntos nos pasó tres oficios: el 1° para que en el momento se mandaran aprestar las milicias del Departamento, que se hallaban bajo el mando de la Patria; el 2°, encargándonos el orden y sostén del vecindario y castigara a los malos, hasta la última pena si sus delitos así lo merecieran, y el 3°, privando todo auxilio a las fuerzas enemigas de la patria; cuyas contestaciones pasó nuestro Alcalde a nombre de este Cabildo; y no teniendo más que acordar, cerramos este nuestro acuerdo.289
 
Con posterioridad los capitulares de Soriano dieron cuenta a Lecor -de la entrada de las fuerzas de la patria en esta Villa, y le acompañaron copia de los oficios de Lavalleja y de las contestaciones del Cabildo.290
 
La laboriosa gestación está dando sus primeros frutos.
 
La campaña, hasta entonces oprimida, corre a agruparse en torno de los que vienen a salvarla.
 
De linde a linde hay como un estremecimiento de nueva vida.
 
Son las fuerzas dormidas, pero no muertas, que vuelven a recuperar el impulso inicial.
 
-Vamos a tener patria, y si tan pronto la tenemos se lo debemos a su coraje y decisión.291
 
No hacía Santiago Vázquez sino reflejar la nota dominante de este ambiente alborozado, cuando expresaba a Lavalleja: -La suerte de la Banda Oriental puede estar sujeta a accidentes y alternativas, pero jamás lo estará la carrera majestuosa que V. y sus dignos compañeros se han abierto para la inmortalidad.292
 
La Gaceta Mercantil de Buenos Aires es bien explícita respecto de la magnitud del pronunciamiento, cuando haciéndose eco de informes de un individuo conductor de la noticia, expresa que -quedaban con el valiente Lavalleja más de 200 hombres a los que se agolpaban en cada momento los desgraciados orientes, ansiosos de vengar la opresión en que los pusieran la traición y aspiración de un Imperio.293
 
En su número del 4 de mayo refiere El Argos el banquete con que los ingleses habían celebrado el 23 de abril, en la fonda de Faunch, el día de San Jorge; y entre los brindis pronunciados, reproduce uno del gran patriota Pedro Trápani, cuyo tono revela las esperanzas que los sucesos alentaban en los nativos.
 
Dice así: -Porque se consigan los esfuerzos que hacen los patriotas por libertar una pequeña parte de este continente que aún gime bajo las ignominiosas cadenas de los déspotas. Hablo, señores, de la linda y desgraciada Banda Oriental, cuyos hijos han demostrado ser tan dignos enemigos de los ingleses en la guerra como amigos sinceros de ellos en la paz".294 El mismo periódico, en suelto del 14 de mayo, asegura que los pueblos de la Banda Oriental llegarán a ser libres de sus opresores porque sus sacrificios y su resolución así lo exigen.
 
Prosigamos el relato de los hechos.
 
Mientras los cruzados tentaban sus primeros pasos, Rivera había dado cuenta a Félix Olivera, de -haber desembarcado en el Arenal Grande como 50 o 60 hombrea, los más oficiales, con Dorrego y Lavalleja, los cuales, según agregaba, -dispersaron al Coronel Laguna, que se hallaba sólo con 12 hombres en San Salvador.295
 
La noticia había partido quizá de Buenos Aires, pues el Cónsul del Imperio, Pereira Sodré, anunciaba al Gobernador de la Colonia, el 18 de abril, que habían pasado para esta banda, -Lavalleja, Manuel Oribe, Alemán y juntamente algunos oficiales más con 20 o 30 soldados con bastante armamento y dinero.296
 
A su vez el Gobernador de la Colonia respondía a este oficio, manifestando que -el señor brigadier don Frutos por estos días estará sobre ellos con 500 hombres.297
 
El suceso de Monzón desbarata después los cálculos de los imperiales, y la revolución se extiende, rotas ya las únicas vallas que detenían todavía su natural expansión.
 
El prodigio se cumple.
 
Es siempre el pasado que vuelve para combinar la disposición de las cosas y dirigir las voliciones de los hombres conforme a un plan providencial. Lavalleja y Rivera están juntos otra vez.
 
Son los hombres de 1817 que vuelven.
 
Es la consigna y hay que cumplirla. Quizá en la noche, cuando el reflejo de los fogones iluminó con su luz mortecina y gloriosa la paz del campamento, ahora todo uno, aquellos dos hombres, que acababan de sacrificar sus rencores y reservas, debieron sentir que la suerte toda de la patria estaba en sus manos.
 
 Todo vuelve a lo que antes fue. Al cabo de los años transcurridos, las manos se estrechan y los corazones se entienden.
 
Es el milagro de la voluntad cuando es cosa del corazón lo que la mueve.
 
El 2 de mayo Lavalleja escribe a su esposa, doña Ana Monterroso, desde San José: -El 19 de abril salté en tierra con los 33 patriotas; el 23 ataqué a don Julián Laguna y a Servando en San Salvador. El 24 entré en Soriano. No quise atacar a la Capilla de Mercedes por evitar un desorden en los vecinos de aquel pueblo. Continué mi marcha al interior de la campaña y tuve noticia que don Frutos venía en marcha de la Colonia a incorporarse a una fuerza de 300 portugueses que cruzaban la campaña, y ésta fue cortada por nosotros. Desatendí todas las atenciones y me propuse perseguirlo, y el 29 a las once de la mañana lo tomé con seis oficiales que le acompañaban y 50 y tantos soldados.298
 
Los patriotas siguen sin obstáculos su marcha, y después de pasar por Canelones, llegan en la mañana del 7 de mayo al Cerrito de la Victoria.
 
-El corto escuadrón desplegóse al galope por retaguardia de la cabeza en batalla, contestando al unísono a una arenga breve de su jefe, en tanto el porta elevaba la bandera en la cumbre del pequeño calvario, sitio de históricas leyendas. 299
 
Ya se insinuó antes que el acuerdo entre Rivera y Lavalleja fue un factor decisivo en la marcha de la revolución. Comprendiéndolo ellos así, quisieron hacerlo bien palpable a los orientales y a los brasileños; y el medio de difusión lo constituyeron los manifiestos que se transcriben.
 
Para exhortar a las tropas de su mando, Lavalleja y Rivera les decían: -Amigos: Vuestros Jefes os saludan, llenos del afecto con que siempre habéis distinguido nuestras personas y animados de vuestro decidido patriotismo, luego que nos habéis visto unidos para salvar nuestra digna patria os entregasteis al impulso y sin trepidar un solo momento han volado a seguirnos; nuestra gratitud será eterna, nueva muestra de vuestra noble confianza; nosotros afianzaremos hasta llenar vuestras dignas esperanzas y corresponderemos en un todo a vuestro empeño sagrado. Nosotros confiamos con vuestra constancia para la consolidación de la grande obra. Sed constantes orientales, y no separéis de vuestra vista el precioso objeto de la revolución; es preciso que averigüéis en vuestro seno todas las virtudes que os han hecho hijos de la grandeza: no manchéis un renombre tan glorioso con una conducta vil; vuestros Jefes y amigos os suplican y mandan que respetéis al vecindario, su familia y sus haberes; ellos han prodigado el fruto desunidor, minorando el alimento de sus hijos para facilitar la empresa; la sangre con que se han regado los campos que han servido de teatro a nuestras glorias, es la de los amigos, hermanos y parientes; todo lo han perdido en la empresa y conformados esperan recibir por nosotros su libertad, su sociego y respetados como propios ciudadanos de un país libre... —• Arroyo de la Virgen, 5 de mayo de 1825.300
 
Tratando de estimular en las tropas brasileñas sentimientos de solidaridad con la causa que los patriotas representaban, era ésta su exhortación: -Don Fructuoso Rivera y don Juan Antonio Lavalleja, a quienes muchos de vosotros conocéis, tienen la satisfacción de saludaros y haceros saber que el Brasil en 1822 descortinó sus miras y aclamó su independencia. Portugal hacía más de diez años que preveía estas consecuencias, y para frustrarlas maquinó la injusta invasión de este territorio en el año 16, pretextando mediar nuestras diferencias...
 
-Vosotros brasileños conocisteis esto mismo cuando os resolvisteis en 823 a despedazar el yugo y proclamar vuestra Libertad e Independencia, pero la maliciosa política de esos tiranos tendió nuevos lazos a vuestra incauta fe, para haceros volver a vuestra antigua servidumbre y de acuerdo el hijo con el padre tuvieron la osadía de echar por tierra el soberano Congreso que habíais instalado, cuya representación entorpecía sus miras ambiciosas.
 
Tropas Brasileñas. Jefes, Oficiales superiores, inferiores y soldados: Nosotros os hablamos con la verdad que nos es característica; si vosotros sois liberales, ¿por qué queréis desmentir vuestros principios oponiéndoos a nuestra sagrada libertad? Consentid en, nuestras ideas y en nosotros y hallaréis hospitalidad y un comercio pacífico que estreche más y más los vínculos de nuestra perpetua amistad.301
 
En consonancia con la anterior exhortación, exponían a los vecinos brasileños: -Don Fructuoso de Rivera y don Juan Antonio Lavalleja, a quienes los más de vosotros conocéis de bien cerca, os hablan con toda la pureza de sus sentimientos, para aseguraros que sin embargo del desarrollo que este país ha hecho a nuestra dirección para proporcionarse su libertad justa, así como el Brasil ha proclamado la suya, esto era consiguiente, pero así misino la guerra no es movida contra vuestras personas y bienes, es solamente contra la fuerza armada que se oponga y quiera privarnos de nuestros derechos; por esta razón nos apresuramos a haceros sabedores de que podréis sin cuidado alguno quedar en la Provincia, seguros que en toda forma seréis respetados y protegidos por el Gobierno y de todos los que dependan de sus órdenes. La guerra será honrosa y terminará muy en breve, por cuanto nuestros derechos se reclaman solamente a libertar nuestro país. Los brasileños serán nuestros amigos toda vez que sin oposición evacúen la Provincia y se retiren a sus pertenencias. Vecinos brasileños: no despreciéis la oferta que os hacen vuestros amigos, en que os ofrecen su palabra de honor. 302
 
 Cuando las tropas levantan su bandera en el Cerrito, Montevideo se dispone a sufrir una vez más la irritación de Lecor.
 
Este hombre vulgar, que entonces había perdido hasta las buenas maneras, -desconfía de todos, arresta a muchos patriotas, desarma al pueblo y deja tan sólo las armas en manos de portugueses.303
 
Los sitiadores, en tanto, en número de 73, van a librar el primer lance con fuerzas de la plaza. Son Oribe, Manuel Lavalleja y Atanasio Sierra los que dirigen.
 
El choque obliga a los imperiales a retirarse con precipitación.
 
Los reveses excitan la saña de los conquistadores y comienzan las prisiones y los confinamientos en el bergantín de guerra Pirajá, que anclado en Montevideo, llena cumplidamente los más siniestros designios de Lecor.
 
En La Gaceta Mercantil del 5 de mayo, se recoge la versión de que las prisiones han sido numerosas en Montevideo y de haber abandonado la ciudad, entre otros: Juan F. Giró, Juan Benito Blanco, Lorenzo Pérez, José Cátala, José Alvarez, León Ellauri, Emilio González, Ramón Massini, José Vidal, Manuel Vidal, Fernando Otorgués, Juan Pérez, Francisco Solano Antuña.304
 
Dentro del recinto de Montevideo fracasa entonces el proyectado movimiento de los pernambucanos: y las persecuciones continúan, y por todos los medios se trata de intimidar a la población, hasta llegar los brasileños a reclamar airados, "la trasplantación de todo hombre que hablase castellano".305
 
La empresa militar de los cruzados ha tendido todas sus líneas. Lavalleja se estacionará en el Pintado; Rivera quedará en el Durazno; Oribe y Calderón en el Cerrito; sobre las Vacas marchará desde Maldonado Leonardo Olivera; Simón del Pino mantendrá sus cuarteles en sus pagos de Canelones, y Manuel Durán operará en San José, mientras otras partidas atenderán los reclamos de la Colonia.
 
Es la materialización de la obra estupenda de los cruzados.
 
-Desbórdase la revolución hasta la frontera de Cerro Largo, sin quedar más puntos en poder de los brasileños, en la parte meridional del Río Negro, que Colonia y Montevideo.
 
Y es tal la sugestión y el arraigo del patriótico empeño, que según relato de un cronista digno de crédito, 600 hombres de caballería brasileña que se hallaban en Punta de Carretas cuando los orientales llegaron al Cerrito, permanecieron en fría expectación frente a las partidas que coronaban la eminencia, mientras la enseña de los Treinta y Tres se levantaba como la bandera de la mañana que entonces empezaba a clarear.
 
Notas:
267 Memorias citadas. En el mismo sentido, Domingo Ordoñana. Conferencias Sociales y Económicas.
268 Juan Spikerman, La primera quincena de los Treinta y Tres.
269 De María op. cit.
270 De María, op. cit.
271 Domingo Ordoñana, op. cit. Tornero era un jefe brasileño que vigilaba la costa del Uruguay.
272 La revolución de los Treinta y Tres. Benigno T. Martínez, Revista de la Sociedad Universitaria.
273 Spikerman. op. cit.
274 Domingo Ordoñana, op. cit.
275 Contra lo qua Ordañana declara en párrafo antes transcrito, el 20 de abril encontró a los cruzados "a pie en la espesura del monte talar que los encubría con la esperanza de poder montar a caballo. A su amparo hicieron la descubierta y no habiendo novedad divisaron un rancho al cual se dirigió don Manuel Lavalleja con el baqueano Cheveste, con los frenos en la mano en busca de caballos. En esa choza de un austríaco, encontraron un caballo atado. Lo toman, montan en él enancados Lavalleja y al baqueano. Por fin, a eso de las siete de la mañana divisaron a cierta distancia tres jinetes conduciendo una tropilla de caballos. Eran los hermanos Manuel y Laureano Ruiz, que con el peón Mariano Buján venían con caballada". De María, op. cit.
276 Ordoñana, op. cit.
277 La Gaceta Mercantil, Nº 457. Biblioteca Nacional, Buenos Aires.
278 El Argos N.° 150, Biblioteca Nacional, Buenos Aires.
279 Ver Anales del Ateneo del Uruguay.
280 Esquisses historiques, politiques et statistiques de Buenos - Ayres, des autres Provinces Unies du Rio de la Plata. París, 1826.
281 El Piloto, Colección del doctor Luis Melián Lafinur
282 Domingo Ordoñana, op. cit. De María, op. cit.
283 De la Torre, memoria citada. — Spikermian, op. cit. — Oribe, citado por Berra.
284 Ignacio Núñez, Efemérides, citado por Berra, op. cit.
285 Spikerman. op. cit-
286 De María, op. cit.
287 Spikerman, op. cit.
288 De María op. cit.
289 Archivo General Administrativo. Libro de Actas del Cabildo de Soriano.
290 Archivo General Administrativo. Libro de actas del Cabildo de Soriano.
291 Carta ds José J. Muñoz a Lavalleja. Colección Lamas. Archivo y Museo Histórico.
292 Colección Lamas, Archivo y Museo Histórico.
293 Biblioteca Nacional. Buenos Aires.
294 El Argos, núm. 146. Biblioteca Nacional, Buenos Aires.
295 Catálogo de la Correspondencia Militar del año 1825.
296 Deodoro de Pascual, op. cit.
297 Deodoro de Pascual, op. cit.
298 De María, op. cit.
299 Acevedo Díaz, Grito de Gloria.
300 Archivo y M. Histórico, papeles del Juzgado de San José (copia).
301 Archivo y Museo Histórico (copia).
302 Archivo y Museo Histórico (papeles del Juzgado Letrado de San José).
303 De la Sota, manuscrito citado.
304 Núm. 461. Biblioteca Nacional, Buenos Aires.
305 De la Sota, manuscrito citado.
 
Luis Arcos Ferrand
La Cruzada de los Treinta y Tres
Biblioteca Artigas
Colección de Clásicos Uruguayos - Vol. 151
Ministerio de Educación y Cultura
Montevideo, 1976