Estaba cuidadosamente planeada, pero las cosas no salieron según lo
previsto. El jefe del Ejército de Los Andes debió improvisar sobre la
marcha y hasta involucrarse él mismo en el combate
Pese a la habitual parquedad de San Martín cuando tomaba la pluma, se
lo nota orgulloso y exultante en la comunicación que envía a Juan
Martín de Pueyrredón, Director Supremo de las Provincias Unidas después
de Chacabuco, el 22 de febrero de 1817: "... el eco del Patriotismo
resuena por todas partes a un tiempo mismo, y al Ejército de los Andes
queda para siempre la gloria de decir: en 24 días hemos hecho la
Campaña, pasamos las Cordilleras más elevadas del globo, concluimos con
los tiranos y dimos la Libertad a Chile".
Diez días antes, el 12
de febrero, había tenido lugar la batalla de Chacabuco, que sería la
coronación de una operación audaz por su concepción y brillantemente
ejecutada: el cruce de Los Andes por el ejército que San Martín venía
organizando y entrenando en la gobernación de Cuyo desde hacía tres
años. Derrotados en Rancagua, los patriotas chilenos habían pasado a
Mendoza. Entre ellos, Bernardo O'Higgins y Ramón Freire ayudaron a San
Martín a organizar el Ejército de Los Andes y se pusieron bajo su mando.
La
sorpresa era un factor fundamental para un ejército patriota que
disponía de menos hombres y armas que el realista. Las tropas de San
Martín habían cruzado divididas, por tres pasos diferentes, algo que les
fue hábilmente ocultado a los realistas. El gobernador de Chile,
Casimiro Marcó del Pont, no tenía un plan claro de defensa; la llegada
del Ejército de los Andes lo sorprendió con la tropa dispersa, algo a lo
que lo había forzado San Martín al multiplicar los cruces. Además de
los tres principales, hubo cuatro secundarios, dos al norte y dos al
sur. La operación estuvo tan bien coordinada que, pese a su complejidad,
la altura de la cordillera a atravesar y la extensión de los cruces en
un frente de unos 800 kilómetros, las tropas patriotas llegaron casi
todas al mismo tiempo a Chile, entre los días 6 y 7 de febrero.
Luego
de varios combates menores, los patriotas estaban dominando el norte de
Chile, por donde había pasado el grueso del ejército.
San
Martín prepara entonces el enfrentamiento decisivo en la cuesta de
Chacabuco, a 50 kilómetros al norte de la ciudad de Santiago. Para ello
concentra sus tropas en Curimón.
Marcó del Pont designa al
brigadier Rafael Maroto para enfrentar a los patriotas y detener su
avance, defendiendo la Capital. Tendrá 2500 hombres a su mando: una
compañía de húsares y varios batallones de Infantería..
San
Martín por su parte disponía de 3500. Los patriotas se dividen en dos
columnas, dirigidas por Miguel Estanislao Soler y por Bernardo
O'Higgins, integradas por los Batallones nº1 de Cazadores de los Andes y
nº11 de infantería, con el apoyo de los batallones 7 y 8 de Infantería,
y 4 escuadrones de Granaderos a Caballo.
Los realistas fijan campamento en la víspera de la batalla en las casas de la hacienda de Chacabuco.
El
plan del jefe del Ejército de los Andes era que una de las columnas
atacara de frente a los realistas, para fijarlos –"aferrarlos", en
lenguaje militar- en el terreno, para dar tiempo a la otra columna a
avanzar dando un rodeo y atacarlos por el flanco y la retaguardia en un
movimiento envolvente. Una táctica napoleónica que San Martín había tenido tiempo y oportunidad de estudiar muy bien. El mapa que acompaña esta nota muestra el escenario y los movimientos planeados.
San
Martín envía a O'Higgins al frente de la división menos numerosa, por
el camino más corto y más escarpado –la cuesta vieja-, para atacar a las
fuerzas realistas que él cree están aun en las casas de Chacabuco.
Soler, mientras tanto, marcha con su división hacia el mismo lugar pero
por el camino más largo (llamado cuesta nueva), para aparecer por el
flanco y decidir la suerte de la batalla. Por eso O'Higgins debía
demorar el combate hasta la llegada de Soler.
"El general O'Higgins –escribe Carlos A. Pueyrredón en La Campaña de los Andes-,
al divisar a las tropas opresoras de su Patria, no pudo contenerse, e
impulsado por su valor legendario se lanzó a la carga, resuelta e
imprudentemente, contrariando las instrucciones de San Martín de esperar
a la División Soler, para iniciar juntos el combate".
En este
punto, hay cierto debate entre los historiadores. Algunos señalan que,
habiendo San Martín dado la orden de no atacar hasta la llegada de
Soler, que debía rodear el cerro, el apresuramiento de O'Higgins
–inspirado en su arrojo, virtud en la cual todos coinciden- comprometió
la estrategia del Libertador y lo obligó a intervenir. Cabe señalar que
la primera carga de O'Higgins contra los realistas había fracasado y el
jefe chileno se había visto forzado a retroceder.
Otros señalan
que, en realidad, como el ejército realista marchó cuesta arriba –no se
quedó en las casas de Chacabuco- al avanzar O'Higgins según lo previsto
para posicionarse con el fin de atacarlos de frente, se encuentra de
pronto con que las fuerzas de Maroto están a una distancia mucho menor
de la que se esperaba. Por eso la batalla se empeña antes de lo
previsto.
Fue
ese el momento en que O'Higgins, desenvainando el sable, gritó: "¡Vivir
con honor o morir con gloria, el que sea valiente que me siga!" y cargó
contra el enemigo.
Según el historiador Isidoro Jorge Ruiz
Moreno, San Martín consideraba a O'Higgins "valiente hasta la
temeridad", pero "le criticaba la falta de conocimientos estratégicos". A
diferencia de San Martín, O'Higgins, como otros jefes revolucionarios
–y podemos pensar en el caso de Manuel Belgrano- se habían formado en el
mismo proceso.
Pero el terreno no era propicio para el
ataque, había quebradas que dificultaban el avance de la caballería, y
esa primera carga de O'Higgins contra los españoles será vencida. Un
segundo ataque lanzado por el jefe chileno estaba encontrando serias
dificultades.
Advertido San Martín de lo que ocurre, ordena a Soler atacar de inmediato. Más aún, decide intervenir él mismo en la batalla (ver video al pie de esta nota).
Baja la cuesta al frente de sus granaderos y llega en el momento en que
O'Higgins se disponía a lanzar un nuevo ataque frontal contra el
enemigo realista. "El gran capitán venía bajando la cuesta al frente de
sus granaderos cuando se apercibió del acto de arrojo de O'Higgins
–sigue el relato de Carlos Pueyrredón en la obra citada-. Ordenó
inmediatamente a los regimientos 7 y 8 de infantería que calaran
bayoneta y atacaran resueltamente al centro del ejército realista;
enseguida, a lanza y sable, arremetió contra el enemigo, para auxiliar a
O'Higgins".
El general Gerónimo Espejo, que participó de la
Campaña de los Andes, lo cuenta así: "Al ver en tan inminente riesgo la
obra que le costaba tantos sudores y desvelos, el pundonor, la
responsabilidad, el despecho, quizás lo condujeron (a San Martín) a la
cabeza de los Granaderos, resuelto a triunfar o no sobrevivir si se
consumaba el infortunio".
Miguel Ángel de Marco (ver su análisis en esta misma edición)
recuerda que la estatua del general San Martín espoleando el caballo,
con el dedo señalando en el aire, que nos es tan familiar, está
inspirada en ese momento crucial de la batalla de Chacabuco cuando, al
ver lo que estaba ocurriendo con O'Higgins, le dijo a su ayudante "Vaya y
dígale al general Soler que ataque de inmediato", y luego montó a
caballo para avanzar él mismo con sus granaderos.
Fue
la última vez que se involucró físicamente como comandante en el
combate, algo absolutamente inhabitual y que inquietó sobremanera a
Pueyrredón: "Lo que sé por Luzuriaga –le escribe preocupado- es que
usted con dos escuadrones de granaderos tuvo que meterse entre las
líneas enemigas. De esto infiero, o que la cosa estuvo apurada, o que no
tuvo usted jefe de caballería de confianza, porque en todo otro caso yo
acusaría a usted del riesgo en que se puso. Dígame usted con la
franqueza que debe lo que hubo en esto (...). Por Dios, cuídese usted,
porque su vida y su salud interesan extraordinariamente al país y a sus
amigos".
El ataque combinado de O'Higgins y San Martín, sumado
al de Soler, rompe las filas realistas. Se retira la caballería,
mientras que la infantería es perseguida varios kilómetros. La batalla,
cuyos primeros movimientos se habían iniciado de madrugada, concluye
entre las 3 y 4 de la tarde.
El parte de San Martín a Pueyrredón
es brevísimo pero completo: "Una división de mil ochocientos hombres
del ejército de Chile acaba de ser destrozada en los llanos de Chacabuco
por el ejército de mi mando en la tarde de hoy. Seiscientos
prisioneros, entre ellos treinta oficiales, cuatrocientos cincuenta
muertos y una bandera que tengo el honor de dirigir es el resultado de
esta jornada feliz con más de mil fusiles y dos cañones. La premura del
tiempo no me permite extenderme en detalles, que remitiré lo más breve
que me sea posible: en el entretanto, debo decir a V. E., que no hay
expresiones como ponderar la bravura de estas tropas: nuestra pérdida no
alcanza a cien hombres. Estoy sumamente reconocido a la brillante
conducta, valor y conocimientos de los señores brigadieres don Miguel
Soler y don Bernardo O'Higgins. Dios guarde a V. E. muchos años. Cuartel
general de Chacabuco en el campo de batalla, y febrero 13 de 1817."
Chacabuco
fue una victoria completa que les dio a los patriotas el dominio de
Santiago. Marcó del Pont huye pero es capturado en Valparaíso cuando se
preparaba para abordar un barco hacia Lima.
El
propio enemigo describe con gran precisión el impacto estratégico de la
batalla. Desde Lima, el virrey Joaquín de la Pezuela admitirá que "la
desgracia" padecida por sus fuerzas en Chacabuco había transformado
"enteramente el estado de las cosas". "Cambióse el estado de la guerra",
dijo.
La primera consecuencia es la entrada de los patriotas a
la capital de Chile el mismo día 14, dos días después de Chacabuco. Los
chilenos le ofrecen la titularidad del gobierno a San Martín la máxima
jefatura de gobierno, como Director Supremo de Chile. Él declina el
ofrecimiento y recomienda el nombramiento de O'Higgins.
Como
vimos, en su parte de la batalla, San Martín no hace ningún reproche a
O'Higgins. Muy por el contrario. Más tarde, en carta detallada a
Pueyrredón sobre el desenvolvimiento de la batalla, nuevamente destaca
el desempeño de sus subordinados y agrega varios nombres a la lista.
"Sin el auxilio que me han prestado los brigadieres Soler y O'Higgins,
la expedición no hubiera tenido resultados tan decisivos; les estoy
sumamente reconocido, asimismo a los individuos del Estado Mayo, cuyo
segundo jefe, el coronel Beruti, me acompañó en la acción y comunicó mis
órdenes, así como lo ejecutaron a satisfacción mía mis ayudantes de
campo el coronel don Hilarión de la Quintana, don José Antonio Álvarez,
don Antonio Arcos, don Manuel Escalada y don Juan O'Brien". También
nombra a los comandantes Cavot, Rodríguez y Freyre –que actuaron en
otras zonas de Chile- y promete ampliar la lista de patriotas que se
destacaron en la acción de Chacabuco, cuando reciba los informes del
desempeño de toda la tropa, "para que sus nombres no queden en el
olvido".
La
amistad entre San Martín y O'Higgins fue una de las más fructíferas
para la causa de la emancipación americana. Unió a dos hombres
dispuestos a todo renunciamiento personal en aras del interés del
conjunto. Entre ellos no hubo celos ni competencias que pudieran
comprometer sus objetivos.
O'Higgins jamás escatimó a San Martín
el reconocimiento que éste merecía por la emancipación de Chile y le
brindó su amistad y lealtad hasta el fin.
Al asumir el gobierno de Chile, el 17 de febrero de 1817, se dirigió a sus compatriotas en estos términos: "Nuestros amigos los hijos de las Provincias del Río de la Plata [...] acaban de recuperaros la libertad usurpada por los tiranos. Estos han desaparecido cargados de su vergüenza al ímpetu primero de un ejército virtuoso y dirigido por la mano maestra de un general valiente experto y decidido a la muerte o a la extinción de los usurpadores".
Por Claudia Peiró