Para comprender la dimensión histórica del extraordinario proceso político-social que derivó en el 17 de octubre de 1945
Perón es un conductor de características únicas que le hablaba al
pueblo en su mismo idioma, y ponía el cuerpo junto a los obreros
NAC&POP
15/10/2015
15/10/2015
Para comprender la dimensión histórica del extraordinario proceso
político-social que derivó en la imponente movilización del 17 de
octubre de 1945, protagonizada por dos millones de obreros procedentes
de distintas barriadas populares, desde la industrial Avellaneda hasta
los más recónditos pueblos de la Argentina profunda, es preciso
remontarse a las distintas experiencias colectivas que nuestro pueblo en
ciernes comenzó a protagonizar desde las heroicas resistencias de 1806 y
1807, cuando organizados en milicias vencieron a las tropas de la mayor
potencia mundial de ese momento: Inglaterra; acciones victoriosas que
se transformaron en ensayos triunfales para finalizar con el despotismo
monárquico español, y proclamar el primer gobierno patrio el 25 de mayo
de 1810.
A partir de allí, superada la tutela que imponían los reyes de España
en estas tierras, dos proyectos de país comenzaron a enfrentarse (hasta
nuestros días): el representado por los sectores minoritarios de la
sociedad, que para mantener sus privilegios económicos en ese momento,
propugnaban por seguir bajo la tutela de la corona española; y el de los
patriotas, cuya base social conformada por las mayorías, tenían como
objetivo político la emancipación americana con la consecuente puesta en
marcha de una economía independiente de las potencias centrales, que
abarcara el extenso territorio de los antiguos virreinatos: la Patria
Grande.
San Martín y su plan continental para la liberación de América
En este marco, distintos líderes populares como “Andresito” Guacurarí
y Artigas, Juana Azurduy, Manuel Belgrano, Bernardo de Monteagudo, José
Gervasio Artigas, Manuel Dorrego, Miguel de Güemes y hasta Martina
Chapanay (la vengadora del asesinado general popular riojano “Chacho”
Peñaloza), entre tantos otros, encontraron su rumbo en el liderazgo de
José de San Martín, cuyo plan continental para la liberación de América
se consagró como el primer tramo de un proyecto popular que propiciaba
entre otros aspectos la consagración de una monarquía incaica que
garantizara la devolución del poder americano a los dueños originarios y
legítimos del mismo: los indios americanos y la cultura más importante
producida en Suramérica hasta el presente: los Incas, objetivo que
además echaba por tierra las aspiraciones de los sectores prohispánicos y
la de los liberales probritánicos.
Este proyecto encontró una fuerte resistencia por parte de las
oligarquías de nuestra región, en particular la de Buenos Aires, que
luego de algunos años lograron doblegar en una primera etapa a los
ejércitos y milicias populares libertarias, y consagraron a Bernardino
Rivadavia como primer jefe de Estado de las Provincias Unidas del Río de
la Plata entre 1826 y 1827.
El mismo, que ejerciendo el cargo de Ministro de Gobierno y
Relaciones Exteriores de la provincia de Buenos Aires durante el
gobierno del general Martín Rodríguez, dio inicio a la historia de
dependencia económico-política nacional, con el primer empréstito
contraído con la compañía financiera británica Baring Brothers en 1824,
por un millón de libras esterlinas, de las cuales sólo llegaron al país
-descontados las comisiones y varias cuotas adelantadas del préstamo-,
570.000 libras: 65.000 en efectivo y el resto en letras de cambio sobre
casas comerciales británicas en Buenos Aires propiedad de los gestores
de este préstamo, que fue impuesto como parte de la estrategia
geopolítica de dominación de Gran Bretaña, para condicionar
económicamente e impedir el crecimiento de nuestro país como Nación
independiente.
Este primer gran robo de los sectores económicos privilegiados
criollos, recién se terminó de pagar en el año 1904, con un costo para
el Estado nacional que multiplicó por nueve aquel antiguo empréstito.
Juan Manuel de Rosas y la conquista de la soberanía política
En este marco, y luego del fusilamiento del entonces gobernador de la
provincia de Buenos Aires, Manuel Dorrego en 1828, líder federal que
encabezó el primer gobierno nacional y popular, a manos del general
unitario Juan Lavalle –dando inicio al primer golpe de Estado llevado a
cabo en nuestra historia nacional-, aparece en escena el segundo tramo
de un proyecto popular, reivindicador de la soberanía política y la
independencia económica: el encabezado por el general brigadier Juan
Manuel de Rosas, que luego de derrotar al asesino de Dorrego, asume la
gobernación de la provincia de Buenos Aires en 1829.
Desde entonces, los gobiernos encabezados por Rosas van a contar con
el apoyo de los sectores humildes del campo y la ciudad, como así
también de la numerosa población afroamericana que por esos años vivía
en los barrios populares de Buenos Aires, como así también de sectores
indígenas, como el de la Nación Pampa, liderada por el cacique Juan
Catriel, quien durante las celebraciones ocurridas en ocasión del
comienzo del segundo gobierno de Rosas, no dudó en afirmar desde
Tapalqué: “Juan Manuel es mi amigo, nunca me ha engañado.
Yo y todos mis indios moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan
Manuel no viviríamos como vivimos en fraternidad con los cristianos y
entre ellos.”
La firme decisión del gobierno de Rosas ante la usura impuesta por
los intereses británicos en línea con los sectores oligárquicos de
Buenos Aires, a través del empréstito contraído con la compañía
financiera británica Baring Brothers, tuvo su epicentro durante el
discurso inaugural de las sesiones de la Legislatura en 1835, cuando
afirmó: “El gobierno nunca olvida el pago de la deuda extranjera, pero
es manifiesto que al presente nada se puede hacer por ella, y espera el
tiempo del arreglo de la deuda interior del país para hacerle seguir la
misma suerte bien entendido que cualquier medida que se tome tendrá por
base el honor, la buena fe y la verdad de las cosas”.
El máximo ejemplo de acción soberana llevada a cabo por el
Restaurador, fue la gesta patriótica de “Vuelta de Obligado” en1845,
acción que le valió el reconocimiento del general José de San Martín y
el obsequio de su sable corvo con el que condujo tantas batallas en
suelo americano, acompañado por un memorable texto de la siguiente
clausula de su testamento:
“El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia
de la América del Sur le será entregado al General de la República
Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción
que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el
honor de la República contra las injustas pretensiones de los
extranjeros que tentaban de humillarla.”
Al igual que el golpe de Estado llevado a cabo contra el gobierno
popular de Manuel Dorrego; el 3 de febrero de 1852, Rosas es vencido en
la batalla de Caseros, dirigida militarmente por el caudillo entrerriano
Justo José de Urquiza, y quien en un acto de primera traición a los
intereses de la Federación (la máxima de sus deslealtades las llevará a
cabo durante la “Guerra Grande” o “Guerra del Paraguay”), se alió con
los sectores liberales-unitarios porteños, el Imperio del Brasil y la
embajada británica en Buenos Aires que la condujeron políticamente, para
poder derrotar a un gobierno defensor de los intereses nacionales y
someter a un impasse que durará décadas toda acción que represente a los
intereses populares en los distintos gobiernos que se fueron sucediendo
desde entonces y hasta entrado el siglo XX.
Juan Domingo Perón y la irrupción de la justicia social
La derrota de estos grandes proyectos populares y nacionales del
siglo XIX, harán retroceder las conquistas colectivas obtenidas hasta
1852, a pesar de la resistencia mantenida por los distintos caudillos
federales en toda la Argentina, hasta la constitución de los movimientos
obreros, en sus inicios de inspiración anarquista y marxista, y sus
luchas que terminarán por conseguir algunos derechos, entre el que se
destaca el sufragio universal, secreto y obligatorio, que propiciará el
primer ensayo de un gobierno popular en el Siglo XX: las dos
presidencias legitimadas por los sufragios del caudillo radical Hipólito
Yrigoyen.
Luego del golpe de Estado del 6 de septiembre de 1930, los sectores
mayoritarios del país, que desde la derrota militar y política de 1852
se encontraban invisibilizados por los distintos gobiernos de la
oligarquía agropecuaria y sus bufones escribas de la “Historia oficial”,
transitarán casi una década y media de silenciosa resistencia para
finalmente resignificar aquel legado histórico nacido de las primeras
organizaciones colectivas en 1806, y que posteriormente fueron
organizados por los generales San Martín y Rosas.
De esta manera aparece en escena el tercer tramo de un proyecto
popular y nacional, con el por entonces incipiente liderazgo de un
Coronel del Ejército Argentino, que ostentaba el cargo de Secretario de
Trabajo y Previsión Social: Juan Domingo Perón.
Perón es un conductor de características únicas que le hablaba al
pueblo en su mismo idioma, y ponía el cuerpo junto a los obreros
decepcionados de un socialismo ajeno a la realidad nacional, de un
radicalismo en plena descomposición después de la muerte de su gran
caudillo Yrigoyen, y de un comunismo cuyas consignas nunca se
relacionaron con las demandas nacionales y populares, para comenzar la
conquista definitiva de derechos postergados y la creación de estatutos a
favor de los gremios y convenios colectivos beneficiosos para los
trabajadores.
De esta manera, a partir del año 1943, Perón comenzó un proceso de
construcción que conformó uno de los movimientos sociales y políticos
más importantes de la historia contemporánea: el Justicialismo (único
movimiento de masas que continúa vigente -y revitalizado en la
actualidad- a nivel mundial) que impulsó transformaciones que marcaron
huellas profundas en nuestra sociedad.
La clase trabajadora constituyó el eje principal de sustentación de
ese nuevo y vasto movimiento que modificó las condiciones sociales,
políticas y económicas del país, siempre en línea con las experiencias
de liberación nacional, independencia económica y soberanía política,
que comenzaron a gestarse en nuestro país casi un siglo y medio antes, y
que tuvieron finalmente su consolidación hegemónica a favor de las
grandes mayorías populares a partir del 17 de octubre de 1945, cuando
Juan Domingo Perón, siendo las 20:30hs, se dirigió a la masa desde uno
de los balcones de Casa Rosada, y dijo, entre otras cosas: “interpreto
este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de los
trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la
patria.”