lunes, 27 de julio de 2015

El Regreso del Sable Corvo de San Martín

u



Restaurar es llevar las cosas a su estado original. Reproducirlas, serles fiel, es también un modo de honrarlas. A días de un nuevo aniversario de la gesta patria del 25 de Mayo de 1810, esas dos tareas, caras a los historiadores y a los artistas, se manifestarán en dos hechos coincidentes, con un único fin, el de rendir homenaje a una reliquia de los argentinos: el legendario sable corvo del General José de San Martin.
Por un lado, la pieza será reintegrada el próximo sábado 23 al acervo del Museo Histórico Nacional, donde estuvo desde fines del siglo XIX hasta 1967, cuando el dictador Juan Carlos Onganía decidió instalarlo en el Regimiento de Granaderos a Caballo.
Por el otro, la épica del sable del Libertador volverá a relucir de la mano de un orfebre, nada menos que Juan Carlos Pallarols, convocado para realizar un calco del arma, en vísperas de las celebraciones de Mayo.
"Calco y no réplica –advierte el renombrado artesano–, porque será milímetro a milímetro fiel reproducción del original, con las mismas huellas y marcas que acumuló en el fragor de las batallas el sable corvo de San Martín. Para mí, un orgullo estar al frente de este trabajo", dijo a Télam el renombrado artesano, hacedor también de los bastones presidenciales desde el retorno de la democracia y de magníficas obras en metales preciosos para papas, reyes y princesas.
El punto destacado de la semana conmemorativa, en la que habrá muchos eventos destinados a la celebración de otro aniversario de la Revolución de 1810, se desarrollará durante el mediodía del día 23, cuando un desfile patrio acompañe el traslado del sable sanmartiniano desde el Regimiento de Palermo hasta el Museo Histórico Nacional, en Parque Lezama, donde reposará en una sala especialmente diseñada para su exhibición.
"Después de mi trabajo habrá, entonces, el sable original y un calco, que llegado el caso de una desgracia, queda como testimonio. No es la réplica común que le dan a los generales. Esto tiene el mismo material, con cuero labrado: se hizo una matriz para estampar y se consiguieron todos los materiales originales. El resto se hace en cobre, que finalmente va con una terminación de oro. Hasta copiamos el gastado", explica Pallarols.
Así, el sable de origen árabe que San Martín compró a un anticuario de Londres antes de iniciar su campaña militar en la América del Sur, y que legó a Juan Manuel de Rosas, volverá a la vida. Orgulloso por la convocatoria, Pallarols asegura: "Pocas veces en la vida sentí la emoción y el orgullo de esta vez. No hace mucho que me lo pidieron y tampoco estoy demasiado al tanto de lo que ocurrirá ese día en el desfile. Llevo, desde hace casi un mes, 18 horas diarias de trabajo. Lo voy a dejar en un cofre cerrado y quedará con custodia, seguramente. Mi responsabilidad termina cuando termino la obra, pero debo reconocer que lo he disfrutado y lo he llorado, al igual que a mis compañeros de trabajo."
Al ser tan liviana, el arma –que de la punta hasta el extremo de la empuñadura tiene 99 centímetros– "era muy apropiada para los combates cuerpo a cuerpo, y por su curvatura, la hoja era agresiva en toda su extensión", dice el maestro, que trabaja a destajo con un equipo de ocho artesanos en su taller del barrio de San Telmo, para que la pieza esté lista el 23.
Dice que cuando llegó el sable original a su taller, sintió, al tocarlo, "la carga emotiva de la pieza", y al tomarlo en sus manos con unos guantes blancos que le proporcionó la custodia, no pudo refrenar "las imágenes de batallas y trifulcas, el galope y tropezones, la furia del caballo".
El emblemático sable corvo llegó a su taller de Defensa al 900 en un vehículo de la Gendarmería. "El celo con que fue cuidado es increíble. Lo llevaban y lo traían cada día, pero una noche que no pude desmontar la pieza, un granadero debió quedarse en mi taller", cuenta el orfebre. Tres días estuvo allí el sable cuyo dueño liberó a medio continente, el mismo que Manuelita Rosas legó al Museo Histórico, adonde llegó desde Inglaterra en marzo de 1897, que en los años '60 fue dos veces robado por militantes de la Juventud Peronista, y que por decreto de un gobierno de facto, fue trasladado el 21 de noviembre de 1967 al Regimiento de Granaderos, donde hoy reposa protegido por un templete inviolable.
El próximo aniversario de la Patria lo encontrará en otro lugar, el de antes, también custodiado por granaderos, para que lo admiren todos.